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Decía Bioy Casares que lo que tienen de muy bueno los talleres literarios es que allí uno se encuentra con gente para quien la literatura es algo real, importante. Del 15 de mayo al 17 de junio podéis enviar al Club de escritura un microrrelato de hasta 500 caracteres con las vivencias o las expectativas con los talleres. El primer premio recibirá 500 euros en metálico. Se pueden consultar las bases y participar en este enlace.

 

De la introducción: 

Con el estreno en España de la película El taller de escritura, de Laurent Cantet, hemos encontrado el mejor pretexto para convocar en el Club un concurso que recoja vuestras experiencias y expectativas con los talleres literarios: para explorar también aquí vuestro entorno, vuestra formación en la escritura si habéis acudido alguna vez a un taller (muchos de vosotros), o lo que creéis que podría ser, vuestras dudas o suspicacias o curiosidad si nunca habéis participado en uno.

Junto a Golem Distribución, que distribuye en España la película, hemos pensado en un concurso de microrrelatos: 500 caracteres para cada historia, para cada enfoque, en un ejercicio que para nosotros tiene inevitablemente algo de metarrelato, de ejercicio de introspección sobre nuestra práctica de la escritura con varios niveles en su sustrato. Al menos por dos motivos: 1) El Club de escritura se conforma a partir de las dinámicas del taller, busca motivaros para escribir, compartir lo escrito, comentarlo, analizarlo y reescribirlo, para aprender de la experiencia. Y 2) Un objetivo troncal de la Fundación Escritura(s) es introducir en la enseñanza obligatoria el taller de escritura para estimular la creatividad de los alumnos y permitirles una relación más intensa con el lenguaje y la literatura. Una alternativa al escritor encerrado en su torreón. Otra posibilidad, para nosotros más sugerente, aunque sea solo por aquello que decía Piglia: que todos los escritores son ciegos, que no pueden ver sus manuscritos, por lo que necesitan la mirada de otro. Con sus posibilidades didácticas: decía Chandler que la meta del profesor debía ser ayudar a sus alumnos a encontrar su manera de escribir, que su propósito no era imponer un criterio personal sino poder darse cuenta, según las leyes implícitas del criterio del alumno, de lo que no resistirá el paso del tiempo.