Agnese Sampietro es doctora en Lingüística por la Universidad de Valencia y desde abril de 2018 es investigadora posdoctoral en la Universitat Jaume I. Su tesis doctoral Emoticonos y emojis. Análisis de su historia, difusión y uso en la comunicación digital actual es el primer estudio sistemático en español sobre el fenómeno de los emoticonos. La tesis obtuvo la calificación de Sobresaliente Cum Laude y mención internacional. Ha realizado estancias de investigación en el extranjero y ha publicado en revistas internacionales. También formó parte del Departamento de Teoría de los Lenguajes y Ciencias de la Comunicación (Universitat de València), fue beneficiaria de una ayuda predoctoral VALi+d, trabajó como editora y periodista en la editorial Ruzafa Show, como técnico de investigación en el instituto de investigación Polibienestar.
Características de la investigación del lenguaje en soportes digitales
¿Cuál es el interés por estos temas en el ámbito académico (grupos de investigación, congresos, presupuestos...)?
El estudio de la comunicación mediada por ordenador (CMO) empezó alrededor de los años 80 y hoy en día es una disciplina académica consolidada. Los primeros estudios fueron realizados por psicólogos sociales, que estaban interesados en las características de la comunicación interpersonal a través de las nuevas tecnologías. Estas primeras investigaciones consideraban que el mundo digital era un entorno estéril e impersonal y destinado al malentendido, porque carecía de los rasgos no verbales de la comunicación cara a cara, por lo que no se consideraba una herramienta adecuada para llevar a cabo las funciones sociales que se realizan por medio de la comunicación no verbal. Aunque la idea de que internet sea un entorno impersonal y pobre siga vigente, los investigadores han empezado progresivamente a abandonar las comparaciones entre la sociabilidad digital y la virtual y a estudiar las características propias que definen la comunicación interpersonal en internet. Al margen de las investigaciones en psicología social, la los estudios en el ámbito lingüístico empezaron alrededor de los años 90. La evolución de la disciplina ha sido muy brevemente desde el análisis y la catalogación de la que se denominaba generalmente “lengua de internet” (netspeak, ciberhabla), a estudios más contextuales (principalmente estudios pragmáticos sobre la comunicación digital), estudios sociolingüísticos y de corte más etnográfico y, finalmente, debido a la ampliación y complejidad de las tecnologías digitales hoy en día, a la integración con otras aproximaciones metodológicas, como la semiótica.
Hoy en día el estudio de la comunicación mediada por ordenador es una disciplina académica consolidada. Hay muchos investigadores relevantes, repartidos por toda la geografía mundial. Entre las figuras más destacadas en el ámbito está la profesora Susan Herring, de la Universidad de Indiana, donde incluso un centro de investigación sobre la CMO.
Con respecto a los proyectos de investigación sobre la lengua digital yo destacaría el proyecto “What’s up, Switzerland?”, liderado por la profesora Elizabeth Stark de la Universidad de Zurich. Se recogió un amplio corpus de mensajes de WhatsApp en las cuatro lenguas cooficiales de Suiza y se estudiaron distintos aspectos, involucrando las principales universidades del país helvético. El proyecto contó con un presupuesto muy amplio.
Con respecto a los congresos, destacaría el congreso anual de la Association for Internet Researchers, aunque realmente incluye investigadores de otros ámbitos, no solo lingüistas, y el congreso Approaches to Digital Discourse Analysis, que el año pasado llegó a su segunda edición. La primera edición fue promovida por la profesora Patricia Bou Franch de la Universidad de Valencia y tuvo lugar en la ciudad de Valencia, lo que permitió situar a esa ciudad en la geografía del estudio de la CMO. Entre los lingüistas que trabajan en España sobre temas de comunicación digital destacaría al profesor Francisco Yus, de la Universidad de Alicante, especializado en el análisis pragmático de la comunicación por internet.
¿Son útiles las estructuras lingüísticas, semióticas, pragmáticas, sociolingüísticas, etc., de las disciplinas clásicas para estudiar este fenómeno? ¿En qué aspectos o puntos se muestran insuficientes? ¿Siguen siendo un aval de la seriedad de los estudios?
Una de las metodologías vigentes para el análisis de la CMO es la que ha sido denominado Computer-Mediated Discourse Analysis, ‘análisis del discurso mediado por ordenador’ (elaborada por Herring), un enfoque que analiza los parámetros contextuales que influyen en las elecciones lingüísticas y discursivas de los internautas. Esta metodología podríamos decir que adapta las estructuras de la lingüística tradicional, en todos sus ámbitos, al uso de la lengua en corpus digitales. El objeto del análisis empezó a ser cómo los usuarios hacen uso de las diferentes herramientas tecnológicas a su disposición para construir el discurso en un determinado contexto. Esta aproximación rechaza tanto el viejo concepto de ciberhabla, que considera la lengua de internet como una entidad diferente, con rasgos típicos y establecidos, como la teoría de los géneros textuales por su carácter prescriptivo. Ambas aproximaciones se adaptan poco a la variedad del discurso virtual. El análisis del discurso mediado por ordenador hace hincapié en la intencionalidad de la comunicación digital y en la importancia del contexto social. Se han realizado muchos estudios bajo este paradigma. Por ejemplo, conceptos del análisis de la conversación se pueden utilizar para analizar el cambio de turno en el chat; desde el punto de vista pragmático, se puede estudiar la cortesía en el correo electrónico; la sociolingüística interaccional puede utilizarse para estudiar las estrategias de encuadre en WhatsApp; el análisis crítico del discurso puede utilizarse para analizar la participación política en Twitter. Asociando el análisis del discurso con enfoques etnográficos algunos investigadores han estudiado la gestión de la identidad personal y de grupo, la variación lingüística y la formación de identidades sociales en la red, las diferencias de género en distintos contextos o el cambio de código. Y un largo etcétera.
¿Cómo adaptar el estudio y la reflexión a la velocidad de los cambios?
Los investigadores intentamos adaptarnos a la velocidad de los cambios actualizando métodos constantemente. Aunque la tecnología cambie, sin embargo, los estudios siguen vigentes. Obviamente, hay que adaptarlos al medio concreto, pero, por ejemplo, apreciaciones sobre el SMS pueden ser válidas también para WhatsApp. El uso de los emoticonos constituidos por signos de puntuación también puede darnos claves sobre cómo se usan los emojis. Incluso, notar cómo evoluciona el uso de las tecnologías digitales por parte de los usuarios puede darnos indicios muy útiles sobre cómo estos se adaptan al medio.
Desde el punto de vista metodológico, al margen de los estudios de corte pragmático (que continúan hoy en día), más recientemente varios investigadores han indicado que es necesario hacer un ulterior paso adelante en los trabajos sobre la comunicación digital e inaugurar una nueva fase de estudios menos etnográfico-descriptivos, más fundamentados empíricamente y con una mayor atención a los aspectos multimodales. Diferentes cambios técnicos y socio-culturales justifican esta necesidad de superar las aproximaciones precedentes e integrar métodos nuevos, como los patrones actuales de conexión permanente, la compenetración entre real y digital y sobre todo los cambios tecnológicos. Entre estos merece la pena destacar la creciente introducción y circulación de materiales semióticos diferentes, como texto escrito, imágenes, audios y vídeos dentro de un mismo producto. De hecho, entre las propuestas realizadas para actualizar la disciplina de la CMO se ha planteado la integración en los estudios del discurso digital de metodologías que estudian materiales no lingüísticos, como la multimodalidad, una perspectiva de estudios que propone la consideración de diferentes recursos semióticos en el estudio de la comunicación y de la representación.
¿Qué vigencia tienen estos estudios para comprender el fenómeno en su momento actual (no con perspectiva histórica)?
Los estudios bien fundamentados teóricamente pueden sin duda ayudar a comprender el fenómeno en su momento actual. En mi trabajo sobre los emojis cito bibliografía de los años 90 que estudiaba los emoticonos. También hay problemas de investigación que permanecen vigentes, como por ejemplo las cuestiones éticas, la identidad, y el discurso. No podemos mirar hacia adelante en la investigación sobre la lengua de internet sin considerar lo que hemos estado investigando hasta el momento.
¿Qué dificultades se han encontrado para hacer un repositorio fiable?
Recoger el corpus ha sido una de las fases más difíciles de mi investigación. Si bien se trate de una muestra relativamente pequeña (pero suficiente para un estudio de discurso), una de las características más interesantes del corpus que analicé es que recoge ejemplos de comunicación cotidiana privada, un ámbito de investigación poco explorado por motivos de privacidad. La dificultad principal que encontré es la reticencia de los posibles informantes. No todo el mundo es predispuesto a dar a leer a una persona externa sus mensajes de WhatsApp o sus correos personales. En Suiza paliaron este problema compensando económicamente a los informantes, pero yo no pude hacerlo. Otras personas estudiaron intercambios en los que participaron (por ejemplo, grupos de WhatsApp que incluían al investigador). Yo preferí estudiar conversaciones diádicas entre personas externas (es decir, no chats de mi historial) y no disponía de presupuesto para pagar a los informantes, por lo que me costó mucho recoger un corpus suficiente.
Las dificultades para recuperar muestras de este tipo y obtener los permisos pertinentes por parte de los usuarios es un importante freno para el desarrollo de investigaciones en ese ámbito. Muchos estudios sobre comunicación digital, de hecho, prefieren analizar datos procedentes de chats, páginas webs, blogs, foros, listas de discusión, mensajes en la red social Twitter o perfiles públicos en Facebook, entre otros, es decir, datos a los que se puede acceder simplemente teniendo una conexión a internet. Sin embargo, la comunicación privada, como por ejemplo entre amigos, familiares o conocidos, constituye un uso muy prominente de algunas herramientas digitales y redes sociales. Asimismo, al ser los interlocutores en la mayoría de los casos conocidos (porque para comunicarse tienen que saber el número de teléfono del otro usuario, una información bastante privada), el estudio de ese tipo de comunicación permite analizar también el complejo juego de papeles y relaciones que tienen lugar entre la vida real y su extensión digital.
¿Hay algún proyecto colectivo para dotarnos de un repositorio universal (al menos en un idioma)?
Cuando se intenta atender a la magnitud integral de la comunicación digital, resulta imprescindible disponer de corpus consistentes. En los estudios sobre interacción cara a cara disponemos de corpus amplios y relevantes, pero no es así para las investigaciones en comunicación digital. Entre las dificultades metodológicas se encuentra la falta de representatividad de las muestras y cuestiones éticas. Ha habido iniciativas de recolección masiva de muestras de comunicación por teléfono móvil (el proyecto Sud4science2 para recolectar SMS en francés, NUS SMS Corpus3 sobre mensajes en chino e inglés) o estudio de correo electrónico (ApacheSpamAssassin4, que reúne correos electrónicos no deseados en inglés) o el ya mencionado “What’s up, Switzerland?”. Ha habido iniciativas incluso para recopilar corpus en castellano, como el corpus Red.Es y CoDiCE (COmunicación DIgital Corpus del Español), un repositorio colaborativo en el que los investigadores comparten sus corpus para estudios sobre el discurso digital. No conozco iniciativas a gran escala como las realizadas en otros países para el estudio de SMS, chats o WhatsApp en nuestra lengua. Fuera de estos macroproyectos no siempre es posible la recogida de muestras de lengua que conserven la representatividad necesaria para legitimar un estudio. Además de las dificultades de recogida debida a la reticencia de los informantes, otro obstáculo es que la comunicación digital no goza todavía de la importancia que merece por parte de la comunidad científica.
¿Es la sociolingüística la perspectiva más sugerente para estudiar estos lenguajes?
Una de las ventajas de las disciplinas de corte interaccional -como la sociolingüística, la pragmática y el análisis del discurso y de la conversación- es que requieren caudales de información contextual amplios. La sociolingüística pone el lenguaje en su sitio. Considera el lenguaje como un proceso social y cultural, es decir, como discurso. En mi opinión considerar el contexto permite tener en cuenta factores que simples estudios cuantitativos o de contenido necesitan obviar para favorecer el procesamiento de un gran caudal de información. La sociolingüística y la pragmática analizan las funciones sociales del lenguaje, la construcción del significado en la interacción, la intención de los interlocutores, en definitiva, considera preponderante el contexto. Se considera la comunicación siempre contextualizada. No solo en un espacio, tiempo concreto, sino también en un momento histórico concreto, lo que permite considerar también aspectos ideológicos.
¿Qué pretensiones de universalidad pueden tener estos trabajos?
Por definición disciplinas tan dependientes del contexto como la sociolingüística y la pragmática no tienen en sí pretensión de universalidad. Ayudan a comprender un determinado fenómeno en un momento concreto, contextual e histórico. No por eso no tienen vigencia. Al revés, este tipo de aproximaciones permite hacer un estudio muy pormenorizado del uso de la lengua y de comprender sus entresijos de manera más profunda que a través de otras aproximaciones. También me gustaría criticar la supuesta universalidad de los estudios sobre comunicación digital, puesto que muchos de ellos se realizan en países occidentales y realmente el uso de las tecnologías digitales para la comunicación interpersonal puede ser muy diferente en otras culturas. Lo han mostrado, por ejemplo, estudios realizados por antropólogos tras largos trabajos de campo en diferentes zonas del mundo, como los que trabajaron al amparo del macroproyecto Why we post, dirigido por el reconocido antropólogo David Miller, del University College London.
¿Cuáles son los frentes principales en este campo?
La pregunta actual es si los resultados de los estudios de corte pragmático y sociolingüístico realizados en los años 90 y 2000 siguen vigentes, ya que las constantes innovaciones tecnológicas han vuelto este inventario obsoleto. Además de la variedad de prácticas sociales que tienen lugar en la red, en las herramientas digitales actuales hay una creciente integración de recursos semióticos diferentes, como audios, vídeos, grabaciones, emojis, etc. El reto actual de los investigadores es integrar las aproximaciones metodológicas que se utilizan para el estudio de la imagen (por ejemplo la semiótica o la semiótica social) y los estudios del discurso digital. Además, empiezan a emerger estudios sobre aplicaciones como Instagram (con su preponderancia de la imagen) y Snapchat (un entorno efímero), entre otras novedades digitales.
¿Hay un trabajo de semiótica específico para los emojis, stickers, etc.?
Siendo un fenómeno relativamente reciente, la investigación sobre los emojis está empezando. Dejando de lado los estudios realizados en otras disciplinas y centrándonos en los estudios lingüísticos, en 2016 se publicaron 2 tesis doctorales enmarcadas en el ámbito de la lingüística sobre los emoticonos y los emojis, a partir de las cuales también salieron diferentes publicaciones. El profesor Vyvian Evans, de la universidad de Bangkor también ha publicado un libro sobre los emojis. A partir del proyecto sobre WhatsApp de Suiza también se han realizado varios trabajos sobre los emoticonos en lingüística. Hay un libro sobre la semiótica de los emojis que salió el año pasado, escrito por el profesor Danesi, canadiense. Es decir, es un ámbito de investigación que está atrayendo la atención de los lingüistas y de los expertos en semiótica.
Tras una primera serie de trabajos académicos más enfocados a presentar el fenómeno (todavía muy reciente), ¿hacia dónde se dirigen las nuevas investigaciones?
Los trabajos sobre los emojis pretenden contribuir a entender mejor cómo funciona la mezcla entre visual y verbal en la comunicación digital. Por otro lado, también hay estudios sobre la progresiva adopción de los emojis en detrimento de los emoticonos textuales. Los estudios sobre los emojis también pretenden analizar la comprensión de los emojis (si todo el mundo los interpreta de la misma forma, por ejemplo, o si provocan malentendidos). Faltan también trabajos de carácter contrastivo sobre el uso de los emojis en diferentes lenguas (seguramente al amparo del proyecto de Suiza se publicará algún trabajo de este tipo) y sobre la interpretación de los emojis por parte de usuarios pertenecientes a diferentes culturas.
Características de los usuarios de soportes digitales
¿Se percibe una mayor uniformidad en el modo de escribir los usuarios o en cambio las distintas posibilidades técnicas les han permitido desarrollar un modo personal de comunicarse?
Es una pregunta difícil de responder. Como hay estilos de comunicación en la lengua oral y escrita, también los hay en la lengua digital. De hecho, una de las principales críticas de la “segunda oleada” de estudios sobre la CMO es justamente el hecho de que en un primer momento se considerara la “lengua de internet” como un tipo de lengua diferente, único, con unos rasgos definidos. Ahora las investigaciones actuales ya no se limitan a hacer “catálogos” de rasgos de la ciberhabla, sino que se prefieren aproximaciones más contextuales. En el uso de la lengua en internet influyen bastante las opiniones de los usuarios. Los hay que consideran la escritura digital como una escritura. Otros como una forma de oralidad. Otros algo entre medias. Hay personas que ponen todos sus acentos, sus puntos interrogativos de apertura y cierre, que no quieren acortar palabras y en cambio también hay personas que reproducen rasgos de la oralidad, escriben lo más rápido posible y utilizan onomatopeyas, abreviaciones, etc. Los hay que incluso escriben de forma normativa en determinados soportes o contextos o con algunos interlocutores y de manera completamente diferente en otros. Se nota también en el plano interaccional, ¿consideramos los mensajes de WhatsApp una especie de misiva o de correo electrónico (asíncrono, sin una respuesta inmediata) o, en cambio, es una muestra de oralidad (y pretendemos una respuesta inmediata nada más aparecer el famoso tick azul?). La respuesta la tiene cada usuario, aunque ya aparecen indicios de convencionalización, además de posibles guías sobre el uso correcto de estas herramientas comunicativas. Es decir, hay tendencias, convenciones emergentes, pero también hay idiolectos y costumbres propias de cada usuario.
¿En qué medida podemos reducirlo a una cuestión generacional?
Es difícil responder a esta pregunta sin tener corpus representativos y amplias muestras. Quizás cuando liberen el corpus suizo al finalizar el proyecto se podrían analizar las variables sociolingüísticas que influyen. Algo curioso que noté en mi corpus es que había usuarios mayores que pedían instrucciones a los interlocutores más jóvenes sobre cómo usar los emoticonos o bien que los mismos jóvenes les daban indicaciones sobre su “significado” o la manera correcta de usarlos.
Las encuestas sobre el uso de internet en España muestran una gran penetración de las tecnologías digitales en nuestro país y las innovaciones lingüísticas se difunden por imitación y acomodación entre los usuarios, por lo que considero que, aunque sean los jóvenes los que más adoptan y difunden las innovaciones lingüísticas, no se trate de un uso de la lengua que se limite a una determinada generación.
¿Cómo se percibe la voluntad de hibridación de lenguajes entre los usuarios?
En una encuesta que realicé para mi trabajo doctoral, los informantes indicaron que utilizaban los emoticonos, porque los consideraban “más expresivos” o “más bonitos” visualmente. Los emojis en su opinión son más divertidos y ello ayuda a hacer la comunicación más cercana. Es decir, hay un componente estético que se relaciona con el uso de los emoticonos, pero también influye el aspecto relacional. Pongo los emoticonos porque son más bonitos, la conversación parece más colorida, pero también al mismo tiempo muestro cercanía y señalo un tono desenfadado. Estas son las razones principales por las que voluntariamente los usuarios emplean emoticonos y emojis. El análisis discursivo realizado sobre una muestra de mensajes de WhatsApp muestra que la hibridación entre escrito y visual es muy sutil. Es difícil generalizar, pero en líneas generales se utilizan las caritas para señalar ironía, cercanía, un tono desenfadado, para indicar el tono con el que leer un mensaje, etc. Los emojis que representan objetos, al contrario, se utilizan metafóricamente para reforzar un término, para sustituirlo, y este uso es muy a menudo jocoso, desenfadado, muestra cercanía, alegría, informalidad.
¿Se refleja una conciencia de grupo en el empleo del lenguaje a la que se adapta el usuario dependiendo del grupo en el que intervenga?
Eso sin duda, pero eso siempre ha existido. Hay una adaptación de registro. He tenido la suerte de poder analizar intercambios de usuarios con varios interlocutores (no grupos) y sí que hay importantes diferencias, dependiendo del contexto, de la cercanía entre los interlocutores, de lo que se quiere comunicar…
¿Qué destreza ha desarrollado el usuario medio con los contenidos audiovisuales gracias a los nuevos dispositivos y modos de comunicarse?
Los nuevos dispositivos hacen más fácil y rápido compartir materiales multimodales, ya sean emoticonos, fotos o vídeos. Una de las destrezas, en consecuencia, es la capacidad para hacer circular materiales multimodales. Por ejemplo, ya no necesitamos una herramienta específica para hacer fotos (la cámara), sino que lo podemos hacer con nuestro móvil; además, la posibilidad de retocar fotos o poner filtros ya no es una prerrogativa de los especialistas en fotografía, por lo que cualquiera puede hacerlo de forma fácil con su móvil. Con respecto a la escritura, me parece importante subrayar que los usuarios no están violando el código normativo de la escritura, sino que han adquirido y hacen gala de destrezas específicas del medio.
Con respecto a lectura, se trata de una de las destrezas más usadas en internet. Hay debates con respecto a la lectura en internet, dependiendo de si se destaca la importancia de la calidad o de la cantidad de lectura. Pero esto es otro debate. Entre las destrezas relacionadas con la lectura está la navegación por los hipertextos, que obligan al lector a ser activo en el proceso de construcción del significado y en la creación de intertextualidad.
Entre otras destrezas relacionadas con la escritura está la destreza práctica de escritura en pantalla, la destreza lingüística a través del juego de palabras, la integración de materiales multimodales, etc.
¿Hay diferencias sustanciales entre los usuarios en el uso de los emojis (cómo clasificar a estos usuarios)?
Mi investigación parte de datos recogidos entre finales de 2014 y finales de 2015. En ese momento empezaba a notarse cierta convencionalización en los usos de los emojis. Eso no quita que haya usuarios que utilizan los emoticonos de manera muy personal e idiosincrásica. Reunir un corpus amplio de intercambios electrónicos permitiría realizar estudios diacrónicos sobre la evolución en el uso de los emoticonos, teniendo en cuenta también los cambios en las posibilidades técnicas, como la ampliación del catálogo de emojis, su diferente tamaño, las diferencias de diseño, etc. Aunque hay que tener claro que las posibilidades técnicas son eso, posibilidades, no determinan la manera de comunicarse de los usuarios.
En mi estudio no encontré diferencias sustanciales en el uso de los que son los emojis más frecuentes. En mi corpus los más frecuentes eran una serie de caritas amarillas, como el beso (utilizado casi siempre en secuencias de cierre), varios tipos de sonrisa, el emoticono que saca la lengua, diferentes gestos, como el pulgar hacia arriba o el bíceps… Estos emojis más frecuentes se utilizan de manera más o menos similar. Luego hay otros usos más específicos de algunos usuarios, hay también ideolectos de emoticonos.
¿El sentimiento de identidad es un factor importante en la comprensión de este lenguaje?
Más que la identidad es la participación en esta comunidad de práctica. Comprenden bien la lengua digital los “iniciados”, por lo que es necesario tener cierta destreza en las características de la lengua de internet para comprenderla. Y no solo la lengua, sino también las convenciones emergentes de la comunicación digital, como la percepción de oralidad, el uso de emoticonos, las imágenes, aspectos interaccionales… Obviamente influye mucho en la comprensión la cultura de pertenencia. Tuve la ocasión de escuchar una presentación de una investigadora japonesa, Yukiko Nishimura, que presentaba el peculiar modo de utilizar los emojis en Japón. Es una lengua en la que el aspecto visual tiene una mayor importancia que en las escrituras alfabéticas, por lo que el uso de los emojis era completamente diferente de lo que hacemos nosotros. Además, hacían referencia a convenciones iconográficas del manga, que los no iniciados no podemos entender. Es decir, la identidad cultural es un factor fundamental para la comprensión de los emojis.
¿Denota este lenguaje un cambio de percepción entorno a la privacidad?
No tanto el uso de los emojis en sí cuanto las tecnologías digitales en general. Para no salirme del ámbito de la escritura digital, hago referencia a mi investigación. Una de las dificultades que tuve a la hora de extraer el corpus fue la percepción de privacidad de los jóvenes. Consideraban sus chats de WhatsApp extremadamente personales y privados y tuvieron mucha reticencia en pasarme muestras de sus conversaciones para que las analizara. Es decir, se considera una comunicación muy personal y privada.
¿Qué cambios sustanciales hay en el lenguaje empleado en los mensajes? ¿Podemos hablar de una sintaxis específica?
Es difícil hacer un catálogo de todos los rasgos típicos. De manera general, desde el punto de vista ortográfico, podemos observar en primer lugar que no se respetan las normas de puntuación y tampoco es normativo el uso de mayúsculas y minúsculas. Las normas de acentuación no siempre son respetadas. Es más, se introduce el uso de signos matemáticos y números por lo que significan o por su sonido, como por ejemplo utilizar el signo x para sustituir “por” o el número 2 para escribir la última sílaba de la palabra “habla2”. Algunos usuarios se dejan guiar por el corrector ortográfico y escriben de manera más o menos normativa, pero otros prefieren recurrir a abreviaciones y transcripciones fonéticas. Por ejemplo, a veces desaparecen las vocales porque se pueden deducir del contexto (mñn por mañana), las variantes gráficas qu y c del fonema velar k se escriben por k. los grupos de velar g+ vocal se escriben por w.
Con respecto a la sintaxis, hay una estrecha relación con la economía del lenguaje. Se puede definir este uso de la lengua como un discurso interaccional. Se prefieren expresiones cortas y sencillas, coloquiales y una sintaxis elíptica. El estilo de escritura es rápido y relajado, espontáneo y vivo.
Desde el punto de vista pragmático, predominan los actos ilocutivos: preguntar, sugerir, agradecer, confirmar, invitar. Es frecuente el registro familiar.
En el plano semántico se encuentran expresiones coloquiales, palabras comodín, frases hechas, giros coloquiales, hipocorísticos, propios del contexto desenfadado y familiar de los intercambios. Se opta por una transmisión eficaz del mensaje.
Seguramente el uso del teclado predictivo ha disminuido el recurso a abreviaciones y acortamientos, pero algunas “deformaciones” lingüísticas predominan. Una línea de investigación interesante es estudiar qué rasgos de la lengua digital permanecen y cuáles se pierden por los cambios tecnológicos, como el teclado predictivo.
¿Qué resultados ha dado la hibridación de palabras e imágenes en WhatsApp?
El análisis que he realizado sobre una muestra de mensajes de WhatsApp muestra que la hibridación entre escrito y visual es muy sutil. Es difícil generalizar, pero en líneas generales se utilizan las caritas para señalar ironía, para mostrar cercanía o un tono desenfadado, para indicar el tono (incluso de voz) con el que leer un mensaje, etc. Los emojis que representan objetos, al contrario, se utilizan metafóricamente para reforzar un término, para sustituirlo, y este uso es muy a menudo jocoso, desenfadado, muestra cercanía, alegría, informalidad. El resultado es un discurso cercano, desenfadado y colorido, raramente fuente de malentendidos pese a la ausencia física del interlocutor, por lo menos en el caso de mi corpus.
¿Se percibe el desarrollo de nuevas competencias lingüísticas entre los usuarios de WhatsApp? ¿O una nueva conciencia lingüística (por ejemplo, al acortar las palabras, cierta conciencia de su morfología que antes no tuvieran)?
Hay que tener en cuenta que los usuarios de WhatsApp buscan frecuentemente una comunicación funcional, eficaz. Si puedo omitir información contextual porque la puede inferir el interlocutor, lo hago. Pero lo haría también oralmente con ciertas personas, no es nada nuevo.
En una encuesta realizada por Francisco Yus apareció que los usuarios tienen más conciencia de las variedades de la lengua que utilizan y de la suya propia, sin que el recurso a estas modalidades no normativa de comunicación conlleve una merma en la consecución de sus metas comunicativas. El usuario tiene más conciencia de su escritura e incluye marcas de oralidad incluso gramaticales en su comunicación. Más que una merma en la capacidad de escribir, la variación estilística en el WhatsApp es fruto de una elección voluntaria, con el objetivo de escribir de forma eficaz en un contexto cotidiano.
¿Esta nueva forma de comunicarse estimula la experimentación con el lenguaje?
Como decía, lejos de constituir un subproducto de la comunicación en soportes tradicionales, el uso de la lengua en internet es una manifestación de la gran creatividad del ser humano y de su capacidad para adaptarse a las restricciones de la tecnología. Algunos efectos evidentes y estudiados son el recurso al cambio de código, cambios de registro, repeticiones, etc., pero gran parte de las formas de creatividad lingüística en la CMO permanece en gran medida todavía inexplorada. Lejos de constituir una retrocesión o una forma de parasitismo, la circulación de imágenes, textos y otros recursos prediseñados también es una muestra de creatividad de los usuarios, además de revelar la emergencia de otras habilidades, como la capacidad de atribuir a estos materiales significados siempre nuevos. Creemos que el uso de los emojis responde también a esta característica de la cultura digital actual.
¿Se puede intuir cuáles van a ser los siguientes pasos en la mensajería instantánea? ¿La palabra escrita dará paso (en buena medida) a los mensajes de voz?
Desde que realicé mi investigación al momento actual ya ha habido grandes cambios. Por ejemplo, se ha ampliado el catálogo de emojis (y se sigue ampliando), hay una muestra más amplia de colores de piel, de tipos de familia. Los emoticonos van haciéndose poco a poco más “representativos”, debido a las peticiones de colectivos o usuarios que se sienten poco representados (hay mucha ideología en el diseño de la tecnología). Otra cosa que ha cambiado, y que seguirá haciéndolo, creo, es el tamaño de los emojis, que, al menos en WhatsApp, es mayor si se utiliza uno, dos o tres emojis sin texto. Es decir, puede que el tamaño de los emojis aumente. Otra tendencia es la animación. Ya es más fácil crear gif a partir de fotos y creo que los emojis también se animarán, se añadirán a fotos o incluso se hará aún más sencilla la producción de emojis o stickers personalizados a partir de fotografías. Todo ellos, creo, con una finalidad de juego, broma, de manera desenfadada.
Por otra parte, conozco menos los estudios realizados sobre las notas de audio, pero me parece un ámbito fascinante. Por ejemplo, se puede estudiar cuándo se mandan notas o cuándo se escribe, cómo se integran las notas de audio en una comunicación de carácter textual, si hay “emoticonos auditivos”, etc. Es otra vertiente de la multimodalidad, que merece la pena investigar.
¿Cuál es el mecanismo para convertirse en tendencia una expresión o emoji (o sticker...)?
En mi estudio (y mis resultados coinciden en parte con la investigación suiza), los emojis más utilizados son los que representan caritas, expresiones faciales y, en menor medida, gestos de las manos. De primeras podría parecer una confirmación de que los emoticonos se utilizan para compensar la falta de señales no verbales. Sin embargo, un aspecto clave para que un emoji se difunda es que se comprenda claramente. En mi corpus el emoji más usado es el besito, no solo porque a menudo cerramos nuestros intercambios con “un beso” (lo que puede dar pie a añadir el emoji correspondiente), sino también porque es muy fácil de reconocer. Otros emoticonos frecuentes son diferentes tipos de sonrisas e incluso el emoticono que saca la lengua. Entre los gestos, el pulgar hacia arriba, por ejemplo. Se trata de representaciones muy convencionales, que no digo que tengan una interpretación unívoca, pero que pueden dar pie a menos malentendidos. A veces los usuarios recurren incluso a convenciones iconográficas de otros géneros, como las convenciones del cómic o las señales de tráfico. Ser reconocible y tener un referente compartido puede ser una manera de consolidarse para un emoji. Obviamente se trata de un fenómeno demasiado reciente para poder realizar estudios de carácter longitudinal, pero puede ser interesante estudiar la evolución del uso de los emojis en un futuro.
¿Se consideran asentados en el lenguaje escrito algunos de los cambios que ha traído la mensajería instantánea (p.e. el acortamiento de las palabras)?
La lengua cambia independientemente de la tecnología. Hay convenciones, que no reglas, bastante flexibles en la comunicación digital, que van cambiando según cambian incluso las costumbres, las tecnologías digitales y la comunicación. Fundeu asegura que internet no empobrecerá el uso de la lengua española, sino que tenemos un abanico mayor de posibilidades para expresar la misma idea.
¿Cuántas características de la oralidad más reconocibles se han trasmitido al lenguaje de los mensajes de WhatsApp?
Antes de hablar de algunas de las características de la oralidad, un inciso. Muchas personas consideran que “hablan” con alguien por WhatsApp. Eso es indicativo de la percepción de oralidad que tienen los usuarios.
Un catálogo de las marcas de oralidad exhaustivo sería difícil, pero como en otros soportes podemos destacar
Léxico: léxico cotidiano, familiar, marcas de oralidad;
Sintaxis: simple, uso no normativo de la puntuación, elipsis;
Morfología: diminutivos, hipocorísticos;
Fonología: escritura fonética;
Pragmática: fórmulas de retroalimentación verbal como sí, vaya, ay, marcadores discursivos típicos de la oralidad (como el famoso a ver, que justo por ser un marcador discursivo oral, que algunos nunca han visto escrito, muchos usuarios escriben erróneamente como haber);
Elementos paratextuales y extratextuales: emoticonos, emojis, imágenes, onomatopeyas (como jajaja)
¿Qué elementos extralingüísticos entran en juego en estas comunicaciones?
Cualquier aspecto extralingüístico entre en juego en la comunicación por WhatsApp: la situación comunicativa, el conocimiento compartido por los hablantes, las relaciones interpersonales, etc. En este caso, podemos hablar de una situación comunicativa (mediación tecnológica, es decir el uso de un teléfono móvil inteligente y una aplicación) así como conocimiento compartido por los hablantes, ya que el lenguaje utilizado en WhatsApp es un tipo de construcción social difundida y aceptada.
Con respecto a los recursos contextuales y expresivos que mitigan la falta de información extralingüística encontramos innovaciones tipográficas, como la intensificación, deixis, topicalizaciones, emoticonos y emojis, diminutivos, signos matemáticos, abreviaciones, elipsis, etc.
¿Es un lenguaje más desinhibido en lo emocional el de la mensajería instantánea?
Considerar que la presencia de emoticonos y emojis se vincule a la expresión de emociones es muy reductivo, porque realmente tienen muchas más funciones. No creo que se trate de un tipo de comunicación emocionalmente desinhibido. Tenemos que tener en cuenta el contexto. Yo, por ejemplo, he analizado en profundidad muestras de intercambios cotidianos (entre amigos, padres e hijos, hermanos, compañeros de clase o de trabajo…), es decir, personas que interactúan regularmente. Se trata de intercambios en los que se utiliza un registro muy informal. Es un discurso lleno de ironía, alusiones, juegos de lengua, referencias a aspectos familiares, omisiones… y que por eso mismo se presta a la introducción de emojis. No creo que los emojis hagan más desinhibida y emocional la comunicación, sino que los utilizamos en contextos cotidianos, registros informales, con interlocutores cercanos, con los que está “permitido” jugar con la lengua.
¿Hay una percepción general entorno a la formalidad que exigen o pueden exigir distintas conversaciones por WhatsApp? ¿Ha afectado el WhatsApp a esta percepción de una escala de formalidad en la comunicación?
Están emergiendo convenciones con respecto al tipo de herramienta adecuada para determinados fines comunicativos. Hay un concepto importante aquí, el de audiencia imaginaria. Cuando utilizo las tecnologías digitales tengo en mente quién puede leer lo que yo escribo aunque no lo tenga delante, e intento amoldar el registro y el estilo al tipo de interlocutor. En nuestro entorno consideramos que se utiliza WhatsApp con las personas más cercanas, por lo que el estilo lo adecúo al posible interlocutor y, en consecuencia, me expreso de manera informal. Pero esto tiene mucho de personal, porque en sí las herramientas digitales no tienen nada que intrínsecamente lleve a comunicarnos de una manera u otra, sino que es una percepción de los usuarios, que luego se difunde por convencionalización. Para entender esto ayudan mucho los estudios realizados por antropólogos que indican que en otras culturas el uso de las redes sociales es completamente diferente del que utilizamos en los países occidentales. Por ejemplo, el trabajo etnográfico de la antropóloga Elisabetta Costa indica que en Turquía es normal tener diferentes perfiles de Facebook que se utilizan con diferentes fines y personas, algo que nosotros consideramos raro y que va en contra incluso de cómo está pensada la plataforma.
¿Qué puntuación se mantiene en los mensajes? ¿Cómo la ha afectado el uso de emojis?
En la mayoría de la comunicación digital la puntuación se utiliza de forma no normativa. Es un aspecto que he estudiado bastante. Hay dos tendencias contrarias: la omisión casi sistemática de ciertos signos de puntuación, y la repetición enfática de otros. Se omite la puntuación sintáctica (como por ejemplo las comas, los puntos y final, por no hablar del punto y coma) y se enfatiza el uso retórico de la puntuación (como por ejemplo el uso del punto exclamativo o del punto interrogativo, que a menudo vienen incluso repetidos). No normativa es incluso la falta de signos de puntuación de apertura. Son más frecuentes que en la prosa también los puntos suspensivos (tres – o más – puntos suspensivos). A veces los puntos suspensivos incluso sustituyen el punto y final. Los investigadores que han estudiado este fenómeno en inglés o en castellano, entre otras lenguas, consideran que en la CMO se utiliza una puntuación “emotiva”, se utiliza la puntuación más para intensificar que para organizar la sintaxis. Se utilizan los signos de puntuación para mostrar implicación afectiva, para señalar información no verbal (como el tono de voz, por ejemplo) o incluso con fines interaccionales, para gestionar la conversación. Un ejemplo es utilizar los puntos suspensivos para ceder el turno. En una encuesta que realicé a una serie de estudiantes universitarios, algunos informantes respondieron que poner un punto y final al terminar un mensaje de WhatsApp se considera “seco”, “rudo”, mientras que terminar con un emoticono no. Está claro que están emergiendo nuevas normas y que los usuarios utilizan las herramientas que tienen a disposición para recrear en lo digital algunos aspectos que a través de otros medios se vehiculan de otra forma.
Como los emoticonos tradicionalmente se componían de secuencias de signos de puntuación, se consideró que se trataba de una nueva manera de puntuar, porque casi siempre se colocaban al final de una oración (como la puntuación final) y porque la puntuación no seguía la normativa de la lengua escrita. Realicé una investigación para comprobarlo y para ver si lo mismo pasaba con los emojis. Los datos cuantitativos indicaron que los emojis se utilizan de manera similar a la puntuación final. Sin embargo, una aproximación más discursiva al corpus mostró que los emoticonos gráficos y los signos de puntuación no llevan a cabo las mismas funciones. En primer lugar, los emojis se utilizan principalmente en intercambios cercanos, desenfadados y con tono generalmente positivo. La puntuación se utiliza en cualquier contexto o registro. A menudo los emojis se asocian visualmente con el contenido del mensaje al que se asocian, y en el caso de la puntuación esto no pasa. Los emojis se pueden repetir y se pueden asociar más emojis diferentes, algo que en el caso de la puntuación suele pasar solo en la comunicación electrónica con el punto exclamativo y el punto interrogativo, que, como hemos mencionado, se utilizan principalmente por su aspecto retórico, emotivo. Esta apreciación vale incluso para el uso de los emojis solos, sin contenido verbal. Como mucho se encuentra algún punto exclamativo o interrogativo utilizado de forma aislada en la CMO, mientras que el uso de signos de puntuación sin contenido verbal no suele ser posible.
¿Han sustituido las imágenes (emojis, etc.) las onomatopeyas? ¿Siguen teniendo sentido?
En el corpus que he manejado sigue habiendo onomatopeyas y hay también emojis. Me atrevería a decir que en el caso de la risa (jajaja) se usan más las onomatopeyas que el emoji correspondiente. No veo que se utilicen de forma exclusiva. Lo que habría que estudiar, quizás los usuarios nos puedan ayudar con sus apreciaciones, es saber por qué a veces utilizan la risa y a veces los emojis. ¿Por cuestiones técnicas? ¿Quieren expresar algo diferente? ¿O incluso por casualidad? Es una pregunta de investigación interesante.
¿Podemos hablar de metáforas híbridas para la conjunción de texto e imagen (o emoji)? ¿O les falta casi siempre ambición estética o literaria?
Los emojis funcionan de manera claramente metafórica. Las relaciones intersemióticas entre texto escrito y emoticonos, de hecho, son casi siempre metonímicas. Por ejemplo, poner un emoji que representa un teléfono para indicar que se quiere llamar al interlocutor, es una trasposición metonímica. El emoticono que representa un besito, muy común, incluye de forma metafórica un corazoncito. A veces los emojis y el texto escrito co-ocurren (escribir un beso y añadir un emoji de beso) y en ese caso, los emojis clarifican, exponen o ejemplifican lo que muestra el texto escrito (poner una cerveza para acompañar el texto “vamos a tomar algo?”). Hay veces en los que los emojis son complementarios al texto que acompañan, sobre todo cuando se usan las caritas para señalar el tono en el que leer el texto escrito (escribir “es verdad” con una carita triste no es lo mismo que hacerlo con un pulgar hacia arriba o un emoji sonriente). Generalmente, sin embargo, texto escrito e imagen se enriquecen. Y cuando eso pasa, suelen ser metáforas intersemióticas. Lo que es interesante notar es que estas metáforas pueden funcionar bien para mostrar manera (poner una nota musical después de un fragmento de canción para indicar que es una canción) y si me apuras incluso causal, pero no es así en el plano espacial y sobre todo temporal: los emojis, y por esto no pueden ser un tipo de lenguaje, están anclados al presente, no se puede expresar pasado y futuro con emojis.
¿Qué suponen las elipsis en estas conversaciones? ¿Tienen un origen diferente al de otros lenguajes escritos?
Desde el punto de vista sintáctico, el recurso a una sintaxis elíptica tiene estrecha relación con la economía del lenguaje. Se prefieren expresiones cortas y sencillas, coloquiales y una sintaxis elíptica. El estilo de escritura es rápido y relajado, espontáneo y vivo. Se puede definir este uso de la lengua como un discurso interaccional, porque predomina la interacción, el intercambio ágil de información, la economía.
Con respecto a los truncamientos marcados con puntos suspensivos, son bastante frecuentes en varios soportes digitales. Hay estudios realizados sobre los SMS y el chat, que se pueden extender a los mensajes de WhatsApp, que indican que las elipsis sustituyen a una gran variedad de signos de puntuación, especialmente los puntos y final. El uso normativo en la lengua escrita se relaciona con la indicación de la omisión de algo, para indicar silencio, para mostrar pensamientos u oraciones no terminadas, listas que pueden continuar, etc. La diferencia principal con el uso normativo es que los puntos suspensivos en varios contextos se utilizan en sustitución de conjunciones o pronombres relativos o incluso como se utilizaría la coma en otros contextos, es decir, no para mostrar algo entrecortado u realmente elipsis, sino para unir dos o más oraciones. También se utilizan los puntos suspensivos con funciones interaccionales, como para ceder la palabra. La variabilidad individual en ese uso de la puntuación es muy grande y sería interesante estudiar posibles factores sociolingüísticos o pragmáticos que subyacen a este uso.