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Alfonso Armada (1958) es periodista y escritor. Ha sido corresponsal en África y en Estados Unidos y director teatral. Hasta hace poco ha dirigido el suplemento ABC Cultural y es editor y director de la revista digital FronteraD. Respondió a nuestras preguntas el 25 de septiembre de 2017.

 

Como escritor (poesía, teatro…) y como periodista, ¿como describirías tu rutina de escritura? Señala si te es posible la combinación de tus hábitos analógicos y digitales al poner en palabras lo que deseas escribir.

Escribo todos los días a mano y a máquina. Una rutina que se ha empezado a convertir en una pesadilla no imaginada para Sísifo es la limpieza del correo electrónico, que se lleva una buena parcela de tiempo cada día. Si dejo varios días sin hacer esa operación (tengo tres buzones), la acumulación de mensajes y de basura se vuelve asfixiante, y hace del buzón una herramienta inútil. Llevo años intentando ponerme al día. No lo consigo nunca. Hago una rápida visita a Yahoo y compruebo que almacena 20.855 mensajes, de ellos 8.330 sin leer. Pero voy podando. No guardo casi nada. Cuando un mensaje amerita ser conservado lo imprimo. Tanto en mi escritorio de casa como en mi mesa en ABC, dedico todos los días demasiadas horas a la pantalla. Las entrevistas y reportajes que escribo para ABC las tecleo casi siempre directamente en el ordenador. Pero sigo usando un cuaderno para tomar notas (casi siempre a lápiz) cuando hago un reportaje, y aunque siempre grabo las entrevistas suelo tomar notas de ambiente o de la persona que tengo delante. Como me gusta escribir largo suelo hacer dos versiones de lo que escribo para ABC: una para papel, y otra mucho más larga para la red. Por ejemplo, la entrevista que le hice en Lisboa hace unos meses a Eduardo Lourenço: la versión en papel de ABC Cultural ocupó cuatro páginas. Era apenas un tercio del total. La versión íntegra se publicó en la web de ABC, y esa misma versión íntegra ha sido publicada en el número de septiembre de Revista de Occidente. Uso de forma cotidiana redes sociales como Twitter, Instagram, Facebook, LinkedIn y Pinterest, casi siempre por cuestiones relacionadas con fronterad, la revista digital que fundé hace casi ocho años y que dirijo desde hace cinco. Suelo utilizar las redes para difundir lo que la revista publica. Pero también lo que escribo para ABC. Y cuando descubro un artículo que me gusta lo suelo redifundir. No sé cuántas horas estoy sentado ante la pantalla cada día, pero entre el periódico y mi casa la media podría rondar las diez horas. Cuando fronterad se actualizaba todos los jueves (pasamos a hacerlo dos veces al mes), me dedicaba todos los sábados y domingos a editar prácticamente todos los textos que se publican (al menos cinco cada semana), y esa rutina se mantuvo durante cerca de cinco años, con esporádicas ayudas de colaboradores. En el ordenador también suelo escribir mis libros (tanto poemas como obras de teatro o ensayos de viajes y de otra índole), aunque en muchas ocasiones la primera versión ha sido escrita a mano. Otra rutina que mantengo férreamente es la de escribir a mano todas las noches. Desde hace casi 40 años escribo un Diario en castellano. Son cuadernos cuadriculados con margen que yo mismo forro con papel de estraza azul. Hace años esa rutina se ha multiplicado. Ahora son cuatro los diarios que escribo todas las noches. Hace años que no he dejado ni una sola noche de actualizar los cuatro. En el Diario, que es el último al que recurro, escribo de todo tipo de asuntos, pero de una índole más íntima y personal, pero no solo. En Tranvías Adentro lo hago en gallego, para mantener la lengua, y en él trato de volcar lecturas que tienen que ver con el mundo gallego y portugués (como comentarios ahora mismo a la lectura de Grande Sertão: Veredas, de João Guimarães Rosa), pero también todo tipo de reflexiones heteróclitas. En Diario de Teatro/Diario Dramático suelo recoger críticas y reseñas personales de obras de teatro, películas, exposiciones y un poco de todo. Y en English Diary, también para no dejar de lado el inglés, suelo pegar fotografías de periódicos (especialmente de la edición internacional del New York Times. Durante los casi siete años que fui corresponsal de ABC en Nueva York recortaba casi a diario fotos del Times) y las comento, pero también me dejo llevar por sensaciones y emociones del día. Los tengo aquí, junto al ordenador, en mi mesa. Del Diario estoy en el volumen 287, del Diario de Teatro/Diario Dramático en el 153, de Tranvías Adentro en el 134 y del English Diary en el el 114. Aparte, mantengo, aunque no con la devoción y frecuencia que me gustaría (llevan un tiempo semicongelados) dos blogs: El mirador (en fronterad) y Lluvia racheada (en ABC).

 

Como escritor y periodista especializado en temas culturales por una parte y como persona común por otra, es decir, como herramientas de trabajo y como herramientas de vida, ¿cómo describirías tu relación con tu teléfono, tu ordenador, tu tableta?

Ambivalente. Ya no podría escribir crónicas o entrevistas o reportajes, o incluso artículos, a mano. Sin embargo, me siento más cómodo cuando escribo teatro o poesía a mano, aunque a veces lo haga directamente sobre el teclado para la pantalla. La tableta solo la uso cuando estoy de viaje para leer los periódicos a los que estoy suscrito gracias a trabajar en ABC (es una gentileza de la casa): ABC, El País y La Vanguardia. El teléfono lo uso sobre todo para llamadas, Instagram, consultar el correo y whattsapp. El ordenador, para todo lo demás. Pero trato de limitar la consulta del teléfono, aunque creo que comparto esa suerte de adicción mundial. A veces pienso en prescindir de él. Lo lamentaría sobre todo por Instagram, que me gusta usar como una especie de diario visual, ya que siempre acompaño las fotografías que comparto por Twitter como un diario de viaje.

 

¿Has modificado tu forma de pensar y estructurar tus escritos respecto a los tiempos en que carecíamos de herramientas digitales? ¿Cómo han cambiado el ordenador u otros dispositivos y recursos digitales tu método de trabajar?

Creo que lo más relevante de la nueva realidad es la falta de atención, o la atención dispersa, la mirada vaga. Por ejemplo, respondiendo a este mismo cuestionario. O cuando escribo un artículo o transcribo una entrevista. La tentación no es solo de levantarse a beber agua, estirar las piernas o simplemente cambiar de postura. La mera consulta de un dato (por supuesto en Google, aunque cuando estoy en casa sigo recurriendo a diccionarios de papel, menos a la Enciclopedia Británica, como solía. La he pasado a un estante elevado porque la realidad es que su consulta es mucho más esporádica). Creo que desde el punto de vista periodístico la ayuda del ordenador para estructurar los escritos, corregir, cuidar el ritmo, tener una visión más exacta del conjunto, es insoslayable. La facilidad de la corrección creo que ayuda (o debería ayudar: la realidad de las webs de noticias es otra cosa) a que haya menos errores gramaticales, sintácticos y factuales. Hay sin embargo un problema añadido: la apariencia de perfección de la escritura en ordenador hace que a veces demos por bueno algo que no lo es. La tipografía como elemento de persuasión estética e ideológica, que tan bien supieron usar la Bauhaus, los vanguardistas rusos y, más recientemente, en España, el diario El País en sus inicios.

 

A partir de tu experiencia como responsable de cultura en un medio como ABC, ¿cómo percibes la transformación del lenguaje escrito que hoy se opera en los medios digitales?

Solo para evitar equívocos: mi desempeño en ABC a lo largo de los últimos casi 19 años ha sido: corresponsal en Nueva York, reportero adscrito a Los Domingos de ABC, director del Máster de ABC/UCM y director de ABC Cultural. Es decir, no he sido responsable de cultura en ABC. Acabo de ser destituido de este último puesto tras dos años a cargo del suplemento. Ahora soy corresponsal cultural. Creo que la dinámica implantada en algunos periódicos y revistas (no en todas, pero sí en ABC) es que al primar el pinchazo, las visitas, casi por encima de todas las cosas se descuida la escritura, la exactitud, la elegancia en la expresión, la complejidad, la reflexión, la verdad. Se publican muchos temas irrelevantes, procaces, raros que son los que parecen excitar a la naturaleza humana, o a una parte de ella. No toda la web es así, ya que permite que se difundan textos extensos, originales, bien elaborados. Pero son lo más raro, no la costumbre.

 

En el trasvase de la escritura de un soporte analógico a un soporte digital, ¿cuáles son los conflictos más relevantes que se detectan en un diario de gran difusión desde tu experiencia? ¿En ese sentido qué preocupaciones que afectan a la escritura misma, al lenguaje, te inquietan más?

Se busca el impacto, llamar la atención de un vistazo, que el lector quede atrapado de inmediato por el titular, por la foto, por el vídeo. En ese sentido, creo que prima el efecto sobre la verdad. Se quiere ser el primero y se quiere ser el mejor, pero es difícil compaginar la exactitud, la hondura, la verdad con la velocidad. Creo que en el caso de ABC se publican demasiadas piezas al día, y se exprimen hasta la saciedad fórmulas como los mejores, lo más vistoso, y las listas de todo tipo, con la idea de propiciar más pinchazos, sin pararse a pensar en la calidad del pinchazo y en el tiempo de permanencia. Un problema no menor es que al potenciar desde la dirección la estrategia digital se destinan gran cantidad de recursos humanos a alimentar y renovar constantemente la web. Prima la cantidad sobre la calidad, aunque el discurso sea otro. Pero se permite con cuentagotas que los redactores (sobre todo los del pool que alimentan la web constantemente) salgan a la calle a buscar historias y a que las trabajen durante el tiempo que sea necesario para conseguir piezas originales, bien trabajadas, sorprendentes, que iluminen sobre aspectos poco transitados o conocidos de la realidad. La actualidad se ofrece como la realidad. Creo que hay sobreabundancia de noticias políticas, pero reducidas a menudo a declaraciones que ni se ponen en contexto ni se verifica su veracidad.

 

Podríamos decir que en lo que nosotros llamamos páginas-pantalla está naciendo un nuevo lenguaje híbrido en el que se integrarían registros que hasta ahora iban por separado —palabra escrita, imágenes en movimiento, sonido…— sumados a nuevas posibilidades expresivas —hipertexto, interactividad, escritura multimodal, mutabilidad permanente del texto publicado…—. La prensa escrita en su versión digital es el escenario que lidera la exposición cotidiana de todas esas nuevas posibilidades. ¿Cómo describirías su presente y cómo visualizas la evolución a futuro de ese nuevo lenguaje escrito?

Creo que la descripción es demasiado entusiasta. Es cierto que internet propicia toda esa panoplia de recursos que en principio nos proporcionaría, si fueran bien usados, una lectura mucho más enriquecedora de la realidad. Me temo que no es así. Las posibilidades retóricas, expresivas, tecnológicas de la red están en su infancia. Las posibilidades para el periodismo, y para el arte en general, son extraordinarias. Pero su uso requiere de habilidades, tiempo y recursos. Medios como el New York Times, o el Washington Post, o el New Yorker, Elfaro.net, y algunos más, recurren a esta panoplia para ofrecer piezas memorables, que luego son felizmente compartidas. En los medios españoles (tanto digitales como mixtos) se han hecho algunas aproximaciones, algunas muy logradas, pero son la excepción, no la norma. De todos modos, creo que la tarea primordial de los nuevos responsables de los equipos periodísticos es la de contar con profesionales capacitados y a continuación determinar en qué se pone el énfasis, qué se cuenta y cómo se cuenta, y ante cada acontecimiento, ante cada noticia o historia relevante, cómo se afronta. Determinar la mejor forma de contar una historia, y si debe incluir un gráfico interactivo, un vídeo, fotografías, un espacio de comentarios y aportaciones por parte de posibles fuentes, supervivientes, personas relacionadas, y cómo plasmarlo tanto en la web como en el papel es una decisión capital. El relato pormenorizado de un hecho, de forma textual, respetando siempre al pie de la letra el pacto sagrado con el lector (nada de lo que te cuento es inventado), recurriendo a todo el espectro de posibilidades de la lengua, pero jugando con el ritmo, el enfoque, los géneros literarios… sigue siendo, a mi juicio, una de las mejores maneras de contar las cosas. Para eso hacen falta recursos, pero también lectores dispuestos a dedicar tiempo a leer, a enterarse, a conocer. En ese sentido, muchos periodistas latinoamericanos han demostrado y demuestran su talento para el periodismo narrativo o la crónica de largo aliento, como Leila Guerriero, Juan Villoro, Alberto Salcedo Ramos, Óscar Martínez…

 

Desde el uso popular masivo de los emoticones y los gifs animados hasta la fascinación que alborea por las posibilidades de la realidad virtual aplicada a los medios de prensa digital, y en un medio como en el que tú has desarrollado tu experiencia en puestos de alta responsabilidad, ¿cómo es el debate y la estrategia para abordar las innovaciones necesarias que profundicen las posibilidades de este nuevo lenguaje “escrito”?

Me temo que hay poco debate. Personalmente detesto los emoticones (aunque están aquí para quedarse, al menos unas temporadas), pero creo que hay mucho que hacer en cuanto a gifs animados, uso del cómic y del dibujo, infografías, y sobre todo videojuegos y realidad virtual para recrear historias de forma inmersiva. Pero tendría siempre muy presente el efecto V, de extrañamiento o distanciamiento, caro a Bertolt Brecht: para evitar que el actor se disuelva en el personaje, para evitar que la emoción embargue hasta tal punto al espectador que sea incapaz de distinguir entre el teatro y la vida, entre la realidad y la ficción. Ese espacio que tanto los políticos como los anunciantes cultivan, persiguiendo dos tipos de alienación, dos tipos de mentira.

 

Como innovadores tecnológicos que somos en Fundación Escritura(s), sabemos de la complejidad que tiene mantenerse al día de las permanentes novedades en las herramientas tecnológicas y en los hábitos de lectura y escritura en todo tipo de ámbitos, desde los domésticos a los profesionales. ¿Cómo te afecta a ti esta avalancha? ¿Cómo es el debate en el ámbito de la redacción de un periódico de máxima difusión?

Es una batalla perdida. La obsolescencia programa es una realidad comercial y tecnológica: basta con ver el juego que se traen los fabricantes de teléfonos móviles con sus nuevos modelos con más prestaciones, los de cámaras fotográficas, los de pantallas de televisión, los de ordenadores. El mercado traza sus reglas, y nosotros jugamos con ellas. Hay también una avalancha constante de aplicaciones y dispositivos que pueden permitir por una parte acabados más atractivos y seductores del material informativo, y por otra una mejor lectura y apreciación por parte del lector que cada vez es más usuario, cliente. La nanotecnología, nuevos soportes como el grafeno, los implantes, la realidad virtual y todo un repertorio en el que se trabaja ahora mismo hará que todo cambie a velocidad vertiginosa. ¿Cómo estar al día? Con un reciclaje y aprendizaje constante. Pero agotador. No puedes quedarte al margen, sobre todo si quieres competir en ese mundo. Está claro que los grandes medios de comunicación españoles (me refiero sobre todo a los que han basado su negocio sobre todo en el papel) no han sabido adaptarse a los cambios y han (hemos) dado formidables palos de ciego, primero regalando en internet lo que vendemos en los kioscos. Nos hemos suicidado a conciencia. Me temo que para muchos no habrá tiempo de encontrar un modelo de negocio y morirán.

 

¿Qué tratamiento dan los medios en que has trabajado recientemente a un texto remitido para la edición en papel en relación con el tratamiento de la edición digital? ¿Cuál es tu posición sobre el trato (si fuera diferente) a un texto en papel o en pantalla?

En fronterad todos los textos (salvo cuando hemos elaborado antologías en papel: hasta ahora dos, que hemos titulado, homenajeado a Juan Ramón Jiménez, antolojía) vienen por vía digital, y el tratamiento que le damos es tan riguroso y atento como el que le daríamos si fueran a publicarse en papel. Tratamos a toda costa de evitar las erratas, y que los textos sean claros, elegantes, compresibles, y se atengan a la hoja de estilo que figura en la home (que se puede leer aquí: http://www.fronterad.com/?q=hoja-estilo). Lo mismo ocurría en ABC Cultural. Se trata de potenciar, en la medida de los posible, un diálogo mutuamente enriquecedor con cada colaborador. Sobre todo en los reportajes, se trazan objetivos y se busca la excelencia, tanto en la escritura como en las fuentes y en las conclusiones. Que el proceso de trabajo sea enriquecedor primero para el que elabora el texto, en segundo lugar para el editor, en tercero para el lector. Pero el trato debe ser el mismo en cuanto a exigencia, al margen de si va a salir en papel y luego en versión digital, o solo en versión digital. Me parece un fetichismo sin fundamento el que atribuye más virtudes y riqueza a lo que se publicar en papel que a lo que va en soporte digital, que además puede contar con sonido, imagen fija, imagen en movimiento, gráficos…

 

Es frecuente que los medios utilicen robots para redactar noticias menores o para introducir hyperlinks de forma automática. Se intenta en este último caso multiplicar los contadores de visitas y de enlaces auto-referenciales para aumentar el valor publicitario del medio. ¿Cómo has vivido este proceso en tu trabajo en altas responsabilidades en un diario y como observador de las prácticas de otros diarios? ¿Sería necesario limitar la automatización de ciertas funciones?

En mi caso no he observado ese uso de robots, pero no puedo asegurar que no se haga, o que se recurra a ellos para algunas funciones. Si el objetivo es puramente cuantitativo, de pinchazos, me resulta inquietante. Dudo de su rentabilidad, pero sé que hay dispositivos eficaces que cumplen muy bien lo que se le ordena. Hace tiempo que ha quedado en entredicho la idea de que los robots y todas las nuevas tecnologías propiciarían la creación de nuevos puestos de trabajo. Me temo que la tendencia es la contraria.

 

¿Qué tipo de prácticas te preocupan más del uso que se hace en los medios de las nuevas tecnologías, sobre todo respecto de los usos del lenguaje?, ¿qué derechos básicos deberían ser reconocidos a los textos de los escritores-colaboradores destinados a cualquier medio digital?

Aún a riesgo de repetirme, creo que la degradación y simplificación son una constante de muchos contenidos digitales que se difunden de forma masiva e instantánea. Hay una tendencia que ya es una epidemia. Además, es un mal en el que acabamos cayendo todos, al menos en la primera parte. ¿Cuántas veces compartimos un texto, un vídeo, una fotografía porque nos gusta, conocemos al autor, nos fiamos? ¿Siempre hemos leído antes detenidamente lo que vamos a compartir? Ahí radica el primer pecado, venial, si se quiere, pero pecado al fin. El segundo, y más grave, es cuando se utiliza el espacio de comentarios para comentar el artículo o el reportaje sin haberlo leído detenidamente, fiándose del titular, del autor, de la primera frase. Y luego todo lo que viene detrás. Los espacios de comentarios de convierten en una barra de bar, con la variante de que muchos comentan e insultan a placer sabiendo que están protegidos o bien por la distancia o bien por el anonimato, y comentan a partir de otros comentarios que nada tienen que ver con el artículo original, y sin que el comentarista se tome la molestia de leer con calma lo que originó el primer comentario, y sobre todo para ver si los argumentos que esgrime el autor tienen fundamento, son persuasivos, son convincentes. Una de las cosas que más irritan a mi querido Aurelio Arteta, profesor de ética en la Universidad del País Vasco en los años de plomo, cuando estuvo amenazado por ETA, es ese latiguillo tan español de “¿no querrás convencerme de lo que dices?”, o “digas lo que digas no voy a cambiar de opinión”. Entonces, ¿para que leer, para qué hablar, para qué discutir? Respecto a los derechos creo que en España nos queda mucha pedagogía que practicar. Hemos propiciado la piratería como un derecho. Todavía hoy hay gente que se jacta de no pagar nunca lo que sebaja, de hacerlo fraudulentamente. Los derechos digitales deberían tener un tratamiento igual de sólido que el de otros soportes.

 

¿Qué dificultades aprecias a, por ejemplo, reconocer el derecho de los autores a editar sus propios textos en el mismo medio digital en que se publiquen? ¿Crees conveniente garantizar a los autores el derecho a corregir, actualizar y conservar las versiones anteriores asociadas a ese texto (al modo del historial de borradores en Google Docs)?

Yo creo que esa ventaja de internet que permite corregir los errores es algo a apreciar, sin duda. En fronterad lo hacemos de forma diligente en cuanto advertimos un error o nos lo advierte un colaborador. Pero también creo que es interesante conservar versiones y desde luego permitir actualizaciones, pero siempre que quede constancia de las diferentes versiones.

 

En tu valoración, ¿Qué ventajas sustanciales destacas en los cambios de los nuevos hábitos de lectura y escritura digitales?

Es muy fácil volverse apocalíptico (en el sentido de Umberto Eco y sus Apocalípticos e integrados) ante la irrupción imparable de las nuevas tecnologías, y caer en la tentación de pensar que hubo una edad de oro de la lectura en España. Muchos aseguran que nunca se ha escrito ni leído tanto en este país como ahora, gracias, por supuesto, a las nuevas tecnologías. La portabilidad, instantaneidad, capacidad, variedad que proporcionan las nuevas tecnologías es asombrosa. Todo lo que ahora se puede leer y consultar en la red es inimaginable. Una biblioteca tan inconcebible, y que además, como un universo en expansión, no hace más que crecer y crecer a cada instante, permite a cualquiera estudiar todo lo que se proponga. Y divertirse. Y perderse. Enriquecerse y arruinarse. Como siempre, la libertad es un bien que puede usarse de muchas maneras. No leo en ebook, porque prefiero el papel, ¿pero quién va a discutir las ventajas de un dispositivo que te permite transportar en un bolsillo una biblioteca para la que necesitarías varias vidas si quisieras leerlo todo una vez?

 

¿Qué te inquieta o preocupa de la generación de los más jóvenes al respecto del horizonte digital?

Que la lectura atenta, solitaria, ensimismada, lenta, a lo largo de días y noches, de libros que han forjado nuestra forma de leer, de pensar, de organizar las palabras, de escribir no figure en su bagaje. Me temo que eso, junto a la merma de la enseñanza de las humanidades, sobre todo de la filosofía, el centrar buena parte de los estudios en la rentabilidad, en el pragmatismo, en la utilidad, tal vez cree personas menos críticas, con menos capacidad de resistir la persuasión, la mentira, la propaganda, el engaño. Claro que para decir eso hay que pensar que los que hemos leído y seguimos leyendo mucho, que pensamos que la lectura es una de las mejores formas de multiplicar la experiencia vital, de estar en el mundo, somos más juiciosos, más racionales, más rigurosos, más elocuentes, más inteligentes, más humanos. Y me temo que no es así. La historia ya ha demostrado de forma espeluznante cómo la alta cultura, la sensibilidad musical, la tradición filosófica, no impide el crimen, la crueldad, la impiedad. Ojalá fuera lo contrario. La cultura puede ser una formidable coartada para la barbarie. Nos gusta pensar que no, pero los artistas, los poetas, los filósofos, por el mero hecho de estar buena parte de su tiempo enredando con materiales, con asuntos estéticos y filosóficos no son por ello menos mezquinos, ambiciosos, coléricos, envidiosos que el resto de los mortales. A veces, más bien, al contrario. Pero desde luego en mi caso particular si no existieran los libros me sentiría mucho más perdido de lo que estoy en este mundo, y mi ideal del paraíso y del futuro como jubilado es tener toda la eternidad para leer y releer, pensar, pasear y, de vez en cuando, escribir algo.

 

Como periodista, ¿qué preguntas relevantes crees que faltan alrededor del tema que gravita en esta entrevista? Te invitamos a que plantees y contestes las que te interesasen más.

El gran tema de la verdad, creo que es el gran problema al que se enfrenta la sociedad española, y en especial el periodismo. La perversa idea de que no hay hechos, solo interpretaciones, solo opiniones, y que todas son igualmente valiosas. Una de las grandes majaderías contemporáneas. Y eso de que es imposible llegar a conocer nada sobre nada y sobre nadie porque todos tienen intereses más o menos ocultos. Ahí hay también pereza y cobardía moral. Sobre eso escribió páginas memorables Hannah Arendt. Sin hechos, sin verdades, nada es respetable, nada es valioso. Si todo es opinable, si todo es ideología, si todo vale, estamos perdidos. Otro gran asunto es la necesidad imperiosa de prestar atención, de callar, de hablar menos, de pensar y estudiar más, como pedían Simone Weil y Wislawa Szymborska.

 

Desde los orígenes mismos de la escritura, muchos escritores han usado dibujos y otras inscripciones ajenas a la palabra asociadas a sus textos. Ya en las últimas décadas, autores de máximo rigor estilístico y gran conocimiento de la literatura clásica, como pueda ser el muy notable caso de W. G. Sebald, han consagrado el uso de la fotografía en la novela. Si un nuevo estándar de ebook aceptado por todos los actores editoriales permitiese el uso sencillo de sonidos, música y/o imágenes en movimiento en ese formato de libro, ¿percibes algún conflicto en la posibilidad de que los autores experimentasen con ese tipo de recursos en un contexto literario de índole narrativo o poético?

Sebald es uno de mis maestros de pensar y de escribir. Me hubiera gustado acompañarle en silencio en alguno de sus viajes y paseos, aunque creo que prefería hacerlos a solas. El último libro de mi querido y admirado Eduardo Momeñe, Las fotografías de Burton Norton. Un relato de W. G. Jones, declarado homenaje a Sebald, va en esa línea. Es algo que ya he experimentado en mis libros, y pienso seguir experimentado. Creo que enriquecen sobremanera la experiencia de lectura, y le dan al libro además un valor extra, un valor de objeto, que por supuesto se puede potenciar de otra manera por vía digital. Pero la experiencia táctil, visual, olfativa de los libros de papel me parece insustituible, y lo que a mí me reporta desde el punto de vista de las gratificaciones es impagable. Las nuevas pequeñas editoriales españolas, con libros para atesorar (Nórdica, Asteroide, Periférica, Malpaso, WunderKammer…) lo están demostrando con creces.

 

De tus relaciones con los escritores que colaboran con tu medio y en general del panorama de autores literarios que conoces, ¿qué impresiones recientes tienes de los conflictos de los escritores para adaptarse a la escritura y la publicación digital? ¿Qué autor que respetes crees que va por delante en este proceso de adaptación (¡lo entrevistaremos!)?

Los hay que han denostado de manera tonitronante (léase mi admirado Vargas Llosa) la llamada sociedad del espectáculo (pero sin la elocuencia ni la profundidad de Guy Debord). Hay motivos para hacerlo, pero no por la mezcla de baja y alta cultural, porque hace tiempo que esa distinción no sirve. Hay videojuegos (decidí abrir una sección mensual en ABC Cultural, aunque nunca he jugado a uno) más brillantes y hondos que novelas, discos, cuadros, películas de figuras del espectro artístico español. Lo que falta es capacidad de leer el arte con la penetración de John Berger. ¿Cómo valorar hoy una obra artística, con qué armas y criterios? Volvemos al peligro del todo vale, del “esto es arte porque lo digo yo”. Comercio, basura, publicidad y vanidad de vanidades juegan su papel en el gran circo de la cultura, una pista de la política. ¿Quién tiene las armas precisas para analizar el mundo contemporáneo y sus creaciones? Desde luego, tendría en cuenta lo que ha hecho Doménico Chiappe, que ha sido editor de literatura multimedia en fronterad.

 

Descartados los robots y las invasiones de hipervínculos ajenos en los textos propios, mirando al posible lado positivo de algunas transformaciones traídas por la carrear tecnológica ¿qué ventajas le ves a los nuevos recursos expresivos propiamente digitales? ¿Por cuáles te has dejado seducir ya sea como lector ya sea a la hora de escribir?

Puede que mi larga estancia en ABC (casi 19 años, tras 13 en El País) me haya vuelto más conservador de lo que era. En algunos veranos he propuesto algunos experimentos: Un Blog de papel (en el verano de 2006), que consistía en publicar tres definiciones de palabras entre líricas e irónicas, que luego fueron publicadas en un folleto por el Aula literaria Guadiana de la Junta de Andalucía); una novela por sms (Cartas de Amor a Ada VI), publicada en ABC y enviada por sms en el verano de 2008); un tuit cada día en papel y en internet en el verano de 2009… Por no hablar de casi todos mis libros. El primero, Cuadernos africanos, recoge las crónicas y artículos de mis cinco años como corresponsal para África publicados en El País, entrelazados con lo publicado en mi Diario. Lo mismo hice con Sarajevo. Diario de la guerra de Bosnia. El libro España de sol a sol. Cuaderno de estío. Viaje de cincuenta y un días por la Península Ibérica el verano de 2000 apareció primero en el diario ABC. Lo mismo ocurrió con El rumor de la frontera. Viaje por el borde entre Estados Unidos y México (como el anterior, con fotografías de Corina Arranz), que se publicó en agosto de 2005 en ABC, al mes siguiente de realizarlo. O El sueño americano. Cuaderno de viaje a la elección de Obama, que se publicó en parte en abc.es y en parte en la edición de papel. O, el año que viene, Por carreteras secundarias, también con fotografías de Corina Arranz y mapas de Fidel Martínez, que recoge las crónicas publicadas en ABC los veranos de 2011 y 2012, el segundo año con versión mucho más extensa en la web que en el papel, que es la que se publicará en libro, y que incluían cada día un tuit que se difundía tanto en papel como en internet.

 

¿Sueñas con algún tipo de recurso digital aún no existente?

Me gustaría poder contar con los recursos necesarios para poder experimentar en fronterad con todos los recursos digitales hoy disponibles (especialmente mapas interactivos) e ir probando con sonidos, imágenes y textos a la manera tradicional para contar una misma historia. Creo que se puede usar mucho mejor la radio y los periódicos y las revistas y las webs de lo que hoy hacemos con lo que tenemos a mano, pero estoy abierto a casi todo para contar mejor. Pero sin poner en entredicho la deontología periodística, sin dejar de separar las opiniones de los hechos, la verdad de la ficción, la biografía de la autoficción.

 

¿Qué medios del mundo editorial, de gran difusión o de carácter más marginal, nacionales o internacionales, están respondiendo a tu juicio de forma más significativa e innovadora a este reto?

Creo que el reto es más de contenido que de forma, por eso me gustaría celebrar tres cabeceras: The New Yorker, Jornal de Letras, Artes e Ideias y la revista francesa XXI.

 

Muchísimas gracias por tus respuestas, Alfonso.

 


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LA CONVERSACIÓN CON ALFONSO ARMADA FORMA PARTE DEL PROYECTO DE REFLEXIÓN ¿A DÓNDE VA LA ESCRITURA DIGITAL? QUE DESARROLLA LA FUNDACIÓN ESCRITURA(S) EN EL CLUB DE ESCRITURA

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