¿Cómo describirías tu rutina de escritura? Señala si te es posible la combinación de tus hábitos analógicos y digitales al poner en palabras lo que deseas escribir.
A mano y a máquina de forma simultánea. Diría que soy un analógico digitalizado. Escribo directamente en el ordenador, tanto artículos de prensa como una novela, pero siempre rodeado de muchas notas manuscritas. Uso el ordenador como procesador de textos, poco más en lo que a escritura se refiere. Y por supuesto como fuente de información principal. También necesito imprimir para leer a fondo un escrito, y corregir en el papel antes de la última versión.
Como escritor/a por una parte y como persona por otra, es decir, como herramienta de trabajo y como herramienta de vida, ¿cómo describirías tu relación con tu teléfono, tu ordenador, tu tableta?
Como herramienta de trabajo, diría eso de “ya no puedo vivir sin él”, referido al ordenador pero también al teléfono, sobre todo como articulista de prensa que a menudo tiene que escribir en cafeterías, aeropuertos o trenes. Y lo mismo digo de la “nube”, sin la que ya no sé funcionar por simultanear dispositivos y archivos. Más allá de lo laboral, intento que no invada mucho mi vida y sobre todo la de mis hijas. Me impongo restricciones horarias y de uso para evitar tentaciones irresistibles.
¿Has percibido alguna modificación en tu forma de pensar y estructurar un escrito al confrontar el recuerdo de tus tiempos de iniciación (imaginamos que próximos a las páginas de papel) y los actuales, en que inevitablemente nuestro tiempo de lectura y escritura se consume de forma creciente, por momentos de forma absoluta, en las que nosotros llamamos páginas-pantalla o páginas de luz?
Es una obviedad que no escribimos ni sobre todo leemos como antes. Sobre el tema de la capacidad de atención, dispersión, multitareas y tal no tengo una reflexión propia, lo que he leído a autores más bien tecnófobos, aunque el discurso apocalíptico también triunfaba en los primeros tiempos del viejo telégrafo, que en su día también iba a empobrecer la lectura y la escritura con su economía radical de lenguaje. Reconozco que me cuesta concentrarme en la lectura profunda ante tantas distracciones, y seguramente también afecta a mi escritura en un nivel que no sé medir. Lo noto más cuando escribo a mano, aunque sea una breve nota: mi mano va demasiado lenta para lo que mi cerebro es capaz de retener un pensamiento antes de que llegue el siguiente.
¿En qué aspectos significativos ha cambiado el ordenador y otros dispositivos y recursos digitales tus métodos, tus hábitos y tus ritmos de trabajo como creador y/o intelectual?
Como creador no he conocido una vida pre-tecnológica, desde mi primera novela escribo directamente en el ordenador. Lo que sí me ha cambiado, entiendo que en un sentido de ser más productivo, es la velocidad de tareas, el acceso ilimitado a información con Internet, y últimamente las facilidades del trabajo en nube. En lo concreto, mi primera novela la escribí echando tardes en bibliotecas y hemerotecas (manejando microfilms, que no sé si todavía se usan); mientras que para la última novela la mayor parte de información la obtuve de Internet o intercambiando conocimiento con personas a las que solo conozco de redes sociales.
¿Percibes alguna distinción generacional significativa en relación con la estructura y el manejo del lenguaje de sus textos en las/los autoras/es que sigues y que por edad manejen con mayor fluidez los recursos propiamente digitales y más al día?
Creo que mi generación (nacidos en los setenta) es la última que tiene un pie en lo analógico y otro en lo digital: educados en papel, tuvimos los primeros y muy básicos ordenadores en la adolescencia, y no conocimos Internet hasta ser veinteañeros. Algo nos debe de quedar del primer cerebro analógico, como quien sigue calculando precios en pesetas tras tantos años de euro. Pero en los autores actuales, incluso los más jóvenes, sigo viendo una manera poco naturalizada de relacionarse con la tecnología o introducirlas en sus obras, y no noto diferencias en el manejo de un autor treintañero respecto a los de mi edad. Habrá que esperar a que la primera generación nativa de Internet escriba novelas.
O/y, más en concreto, al igual que es un hecho demostrado lo profundamente que el cine —un arte híbrido y tecnológico por antonomasia, producto de lo que a principios del siglo XX se consideraba tecnología punta— ha afectado e influido en la novela, ¿en qué detalles concretos crees que estaría afectando e influyendo en las/los aficionadas/os a escribir en edad más temprana los nuevos recursos y rutinas de expresión y comunicación que dominan sus relaciones desde la infancia y adolescencia —chats, videojuegos en grupo, mensajería compulsiva y comunicación en redes, emoticones, escritura multimodal, etc—?
Me remito a la respuesta anterior: todavía hay que esperar a los primeros escritores totalmente nativos de Internet (los hoy veinteañeros para ver si afecta). Lo que hoy veo en novelas o cine no me parece significativo.
Si bien la prensa lidera la transformación cara al público de los lenguajes escritos, hasta las abuelitas y abuelitos escriben Whatsapps en su intimidad tejiendo palabras con videos, fotos y sonidos, a menudo producidos por ellos mismos, amén de emoticones, gifs y otros signos de nueva generación, en ocasiones muy creativos. ¿Cuál es tu sentir general sobre cómo la literatura va a asimilar la palpable transformación del lenguaje escrito en su hibridación masiva con recursos expresivos que antes estaban del todo descartados del territorio de lo que se consideraba escritura o propios del oficio de escritor?
No creo que la literatura vaya a cambiar por el uso de vídeos o emoticonos, y los intentos que circulan en ese sentido me producen ternura y poco interés, creo que envejecerán muy mal. El desafío es otro: mantener la fuerza intelectual, emotiva y artística de la literatura en un tiempo en que la lectura se ve afectada por esa invasión de la tecnología en nuestras vidas. Y no creo que pase por adoptar el lenguaje de la propia tecnología, sino por lo contrario: reforzar cuanto de excepcional y revelador hay en el lenguaje literario, subrayar todo lo que lo diferencia y que es inalcanzable para otros lenguajes. Por otro lado, si hoy la literatura se va volviendo irrelevante en la sociedad no es porque sea desplazada por la tecnología ni por otros fabricantes de ficciones de consumo, sino por problemas propios, pero ese es otro debate.
Desde los orígenes mismos de la escritura, muchos escritores han usado dibujos y otras inscripciones ajenas a la palabra asociadas a sus textos. Ya en el siglo XXI, autores de máximo rigor estilístico y gran conocimiento de la literatura clásica, como pueda ser el muy notable caso de W. G. Sebald, han consagrado el uso de la fotografía en la novela. Si un nuevo estándar de ebook aceptado por todos los actores editoriales permitiese el uso sencillo de sonidos, música y/o imágenes en movimiento en ese formato de libro, ¿percibes algún conflicto en la posibilidad de experimentar con ese tipo de recursos en un contexto literario de índole narrativo o poético? ¿Crees que podrías llegar a plantearte usarlos en una obra de cierta ambición literaria?
Hasta ahora, los experimentos que he conocido en ese sentido me han resultado de escaso interés, y como dije antes, creo que envejecen mal, que parecen anacrónicos ya en el momento de publicarse. La literatura tiene un tiempo propio, y pretender acompasarla al tiempo vertiginoso de la tecnología es un suicidio. Hablé antes de subrayar lo excepcional del texto literario frente a otras formas de comunicación, y reitero: rebajar esa excepcionalidad interfiriéndolo con otros lenguajes no me parece el mejor camino. Sebald sigue siendo un escritor fundamental si eliminas las fotografías de sus libros (yo al menos no recuerdo sus fotos y sí páginas enteras inolvidables); y sus textos no nos conmoverían más si además llevasen vídeos o sonidos, más bien sucedería al contrario.
Miremos ahora a la prensa digital. ¿Cómo describes en el detalle el estado de profunda precarización del oficio de escritor en su relación con la prensa escrita en su dimensión digital?
Pienso que nos equivocamos por culpar a la tecnología de la crisis del periodismo o de las condiciones laborales de sus trabajadores. Son más bien motivos empresariales, que tienen que ver con las nuevas formas de organización de la producción en el capitalismo del siglo XXI, para el que la tecnología es más bien una coartada que una causa. Si en algo ha podido contribuir la tecnología en esa precarización es en la posibilidad de integrar todas las tareas que antes hacían varios profesionales, en uno solo: el periodista que escribe, edita, difunde, hace vídeos y fotos, maneja redes y, en algunos casos, se ocupa también de buscar anunciantes.
¿Al escribir para la prensa piensas de forma distinta cómo será tu texto en el papel y como será en la pantalla? Detállanos por favor como vives esta dualidad.
Pasé cinco años escribiendo opinión en un periódico de papel; de ellos, tres años escribiendo un artículo diario, de lunes a domingo. La principal diferencia, aparte del plazo inamovible de entrega, es la extensión: la maqueta impone el número de caracteres. La falta de límites a la extensión en el periódico digital hace que el periodista o escritor pierda capacidad de concisión y descuide mucho más los textos, desatendiendo además la menor disposición de los lectores a consumir textos largos. En el periódico donde suelo escribir (eldiario.es) nadie me pone limitación de caracteres, pero yo me la impongo (no más de 3.000 caracteres con espacios), lo que me obliga a centrarme más en lo que escribo, a eliminar lo superfluo y valorar más cada frase.
¿Al escribir para la prensa que publica tus textos en versión digital tienes un espacio de corrección concedido para volver a tu texto y editarlo con libertad dentro de la propia plataforma del medio? ¿Qué derechos y qué límites piensas que sería razonable asignar a esa posibilidad?
En eldiario.es (y supongo que cada vez en más medios), los periodistas y colaboradores externos editamos nuestros propios textos en el administrador, y el responsable del periódico se limita a supervisar y autorizar la publicación. En los medios esto no tiene que ver con la libertad del autor, sino con su precarización: si cada uno edita su texto, no hace falta contratar a nadie para editar textos. Una vez publicado, entiendo que no se pueda modificar salvo caso de rectificación importante.
¿Cómo describirías, por ejemplo, tu relación con recursos propiamente digitales como pueda ser el uso de hipervínculos? ¿En qué contextos los usas?
En el caso que comento, eldiario.es, yo soy el que decido y añado los enlaces en mi texto, y el medio solo incluye alguno si hace referencia a una noticia propia. No sé cómo operan en otros medios, pero en eldiario.es es una oportunidad, pues me permite expandir mi texto, proponiendo seguir la lectura en otros textos. En ocasiones los he usado de forma más creativa: un texto irónico cuyo desmentido exige acceder a los hipervínculos, llevando al lector a otros textos que contradicen o desmienten lo previamente leído.
¿En la prensa con la que colaboras tus textos son sometidos a una edición que los mine de hipervínculos sin tu autorización? ¿Cuál es tu posición al respecto de los medios que usan editores humanos o robotizados para sembrar hipervínculos sin un criterio consensuado con el autor?
En eldiario.es, no, que yo sepa. Puede que haya ocurrido en otros medios donde he publicado artículos esporádicamente, como El País. No tengo una posición, no me lo había planteado hasta ahora, pero imagino que la principal motivación de los medios en esos casos es publicitaria. Me parece mal en caso de afectar al contenido o condicionar la lectura dándole sentidos no contemplados por el autor.
¿Qué proyección a futuro te suscitan estas dinámicas —poner en manos de algoritmos y dispositivos de inteligencia artificial, es decir robots, los textos de los escritores humanos— si no consiguiésemos ponerles coto?
No sé hasta qué punto los robots y algoritmos van más lejos de lo que ya iban los editores humanos. Entiendo que robots y algoritmos responden a programadores humanos, y a menudo culpamos a una inteligencia artificial hipotéticamente autónoma de lo que siguen siendo decisiones empresariales conscientes. Pero confieso mi ignorancia al respecto.
Mirando al lado positivo, ¿qué ventajas le ves a los nuevos recursos expresivos propiamente digitales? ¿Por cuáles te has dejado seducir a la hora de abordar tu oficio?
No es algo que me plantee al escribir.
¿Sueñas con algún tipo de recurso digital aún no existente?
No, no lo echo de menos.
De estas preguntas se pueden deducir muchas otras que no dudamos tú mismo/a te vendrías haciendo mucho antes de que te interrogásemos. ¿Cuáles son las que más te inquietan? ¿En qué punto tienes las respuestas, caso que alguna haya conseguido al menos esbozarse —no olvidamos que estamos entre creadores: nuestro trabajo no es hacer predicción ni dar soluciones, pero sí concienciar sobre las preguntas y atisbar respuestas posibles, siempre en plural, que para eso sirven la imaginación y los personajes—?
Por último, tres preguntas a las que tus respuestas nos puedan quizás ayudar a seguir seleccionando invitados que aún no hayamos considerado para entrevistar en esta serie. Son preguntas más dirigidas a tu condición de lector:
¿Qué autores tanto en el ámbito hispanohablante como en el internacional crees que están avanzando propuestas más innovadoras e inteligentes en el marco de la transformación del lenguaje que está(n) trayendo la(s) revolución(es) digital(es)?
Hasta ahora no me han interesado demasiado las propuestas de hibridación digital. Supongo que habrá otros que no conozco aún. Los autores que más me interesan y que más arriesgan lo hacen en aspectos que diríamos analógicos, que tienen que ver con otros límites del lenguaje.
¿Qué medios, de gran difusión o de carácter más marginal, están respondiendo a tu juicio e forma más significativa e innovadora a este reto?
Lo desconozco. No suelo seleccionar medios por esos motivos, sino por los autores que en ellos escriben o el enfoque de determinados temas.
¿Qué translación de soportes de lectura fuera del dispositivo libro crees que pueden arraigar como espacios literarios o campos ficcionales para autores contemporáneos: redes sociales, Facebook, Twitter, Whatsapp…? ¿Te ha llamado la atención algún autor (nacional o foráneo) en ese sentido?
Las experiencias de escritura o lectura en redes sociales y adaptadas a su lenguaje me parecen anecdóticas hasta ahora, de poco interés, con fecha de caducidad corta, y más vinculadas a operaciones de promoción comercial que a una ambición creativa.
¿Cómo observas el uso de las redes sociales en el marco de la promoción (de sí mismos y de sus obras) a la que se sienten obligados los escritores para dotar de alas a su carrera? ¿Te ha llamado la atención algún autor (nacional o foráneo) por su habilidad en manejarse en este abrumador cambio de las reglas del juego de la autopromoción que se ha operado en la última década?
Me entristece la forma en que los autores (yo incluido) hemos asumido que la promoción es parte de nuestro trabajo, y el empeño en convertirnos en marcas sometidas a la exposición pública y compitiendo en ingenio y visibilidad. Todos acabamos presos de la ironía, que es la marca de distinción de nuestro tiempo.
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