¿Cómo describirías tu rutina de escritura? Señala si te es posible la combinación de tus hábitos analógicos y digitales al poner en palabras lo que deseas escribir.
Mi rutina ha consistido siempre en no tener rutina, de hecho vivir se me ha convertido en una lucha interminable por no encadernarme a una rutina. Pero es evidente que con los años voy perdiendo esa lucha y en cualquier momento me rendiré. Sólo escribo cuando me entran ganas de escribir, a no ser que se trate de un encargo periodístico, que entonces me pongo a escribir como un par de horas antes de que se cumpla el plazo de entrega. Pero no soy de esos envidiados escritores que se levantan puntuales a una hora temprana y en el silencio del mundo empiezan a teclear valientemente para avanzar en sus ensayos o novelas. En cuanto a la combinación de hábitos, no sé qué decir. En realidad el ordenador en el que he escrito durante mucho tiempo es sólo una máquina de escribir, o sea, lo utilizo como máquina de escribir, sin internet. Si estoy escribiendo algo que necesita de documentación, me asomo a otro ordenador que sí tiene conexión. Lo hago así porque las rachas de apetencia de escritura son tan breves que si tuviera internet en el ordenador donde escribo, correría el riesgo de perder la concentración, porque basta que pase alguien silbando una canción en la calle para que me dé por ponerme a buscar versiones de esa canción, y me puedo pasar el día en ese deporte. El cambio más evidente es el periódico: compraba dos o tres al día y los leía de pe a pa, y ahora como miro diez o quince, en realidad no leo ninguno, sólo leo una noticia o dos, me engancho a ella y busco todas las versiones o las columnas que sobre esa noticia específicamente se han escrito. Nadie lee en pantalla el periódico claro, se picotea: esa transformación, en la que se ha perdido el orden de lectura del periódico en papel con su caravana de asuntos -Internacional-Opinión- Nacional-Economía-Sociedad-Cultura-Espectáculos-Deportes, con un suplemento en medio para el periodismo local- ha perdido su vigencia. Por otra parte, las facilidades de la red para dos de mis vicios, la búsqueda de libros y las películas, han fortalecido mi aspiración de vivir encerrado. Por suerte aun no he utilizado nunca el ordenador para pedir que me traigan algo de comer, pero todo se andará.
Como escritor/a por una parte y como persona por otra, es decir, como herramientas de trabajo y como herramientas de vida, ¿cómo describirías tu relación con tu teléfono, tu ordenador, tu tableta?
Con el teléfono es poco intensa porque lo tengo siempre en silencio y lo miro de vez en cuando, una vez cada dos horas digamos, por si ha entrado algún guasap o algún mensaje o tengo inevitables llamadas perdidas. Con mis ordenadores ya te digo: trabajo en ellos, busco cosas en ellos, me paso muchas horas con ellos.
¿Has percibido alguna modificación en tu forma de pensar y estructurar un escrito al confrontar el recuerdo de tus tiempos de iniciación apegados a las páginas de papel y los actuales, en que inevitablemente nuestro tiempo de lectura y escritura se consume de forma creciente, por momentos de forma absoluta, en las que nosotros llamamos páginas-pantalla o páginas de luz?
No. Pero no sé si es porque no recuerdo nada de mi forma de pensar y estructurar escritos de hace años o porque realmente no ha habido ningún cambio apreciable, más allá de la comodidad indudable que supone no tener que pasar a limpio constantemente un texto.
¿En qué aspectos significativos ha cambiado el ordenador y otros dispositivos y recursos digitales tus métodos, tus hábitos y tus ritmos de trabajo como creador, articulista y/o intelectual?
Creo que significativos en ninguno. Es evidente que los recursos digitales han facilitado muchísimo el trabajo de búsquedas y documentación, y han ampliado la capacidad de ese trabajo y por lo tanto obligan a una mayor discriminación de información. Digamos que si antes tenía que fiarme de mi memoria cuando introducía alguna cita, porque no iba a ponerme a buscar en qué libro, en qué página decía Kipling aquello que yo decía que decía, ahora tardo medio minuto en hacer la verificación, con lo que doy menos patinazos que antes -una vez le cedí a Kingsley Amis una anécdota que era de Evelyn Waugh, cosas así. En cuanto al ritmo es el mismo, la modificación viene por el asunto de la edad y no de las herramientas que utilizo. Quiero decir, al tener ahora el doble de años me parece que tengo también la mitad de cosas que decir, por paradójico que parezca.
¿Percibes alguna distinción generacional significativa en relación con la estructura y el manejo del lenguaje de sus textos en las/los autoras/es que sigues y que por edad manejen con mayor fluidez los recursos propiamente digitales más al día?
Eso de la mayor fluidez me parece un poco discutible, como el concepto nativo digital. Yo creo que se trata más bien de una cuestión de carácter personal más que generacional, y que las características de esos recursos digitales -supongo que el empleo de la imagen o del sonido, del apoyo del video y shalalá- se avienen a la voluntad de quien quiera utilizarlos con independencia de la edad que tengan. Así que en algunos autores sí que puedo ver una clara diferencia con lo que yo hago, pero no es una cuestión generacional. Y en cualquier caso, veo que las diferencias generacionales se aprecian más en el tono de las cosas -hay por ejemplo, me parece, una especie de sentimentalismo abundante en gente muy joven que consigue calar en gente muy joven- que en las herramientas que se utilizan para obtenerlo.
O/y, más en concreto, al igual que es un hecho demostrado lo profundamente que el cine —un arte híbrido y tecnológico por antonomasia, producto de lo que a principios del siglo XX se consideraba tecnología punta— ha afectado e influido en la novela, ¿en qué detalles concretos crees que estaría afectando e influyendo en las/los aficionadas/os a escribir en edad más temprana los nuevos recursos y rutinas de expresión y comunicación que dominan sus relaciones desde la infancia y adolescencia —chats, videojuegos en grupo, mensajería compulsiva y comunicación en redes, emoticones, escritura multimodal, etc—?
No afectan en el fondo de la cuestión. A ver, es obvio que cuando se mundializa el envío de correspondencia, que deja de ser una cosa de gente noble que tiene un caballero en la puerta dispuesto a llevar una notificación a veinte leguas de distancia para convertirse en algo que se puede pagar casi cualquiera estampando un sello en un sobre, la correspondencia pasa a ser un recurso que se utiliza muy a menudo en las obras, digamos, artísticas. Pero lo que nos importa de ellas hoy es lo que contaban esas cartas, y no que tengan el aspecto de cartas. Igualmente ahora se podrán utilizar como recursos estilísticos conversaciones de guasaps emoticonos o lo que quieras: seguirá importando el resultado, qué se dicen en esas conversaciones, qué emoticonan esos emoticonos, y demás. Entonces, la riqueza de recursos puede ser indudable, pero también una trampa: pensar que porque utilizas una conversación de guasaps en medio de una novela para notificarle al lector una serie de acontecimientos que no vas a contarle de otra manera, hace que esa serie de acontecimientos ya nos van a interesar más o menos, es de una puerilidad muy enternecedora.
Si bien la prensa lidera la transformación cara al público de los lenguajes escritos, hasta las abuelitas y abuelitos escriben Whatsapps en su intimidad tejiendo palabras con videos, fotos y sonidos, a menudo producidos por ellos mismos, amén de emoticones, gifs y otros signos de nueva generación, en ocasiones muy creativos. ¿Cuál es tu sentir general sobre cómo la literatura va a asimilar la palpable transformación del lenguaje escrito en su hibridación masiva con recursos expresivos que antes estaban del todo descartados del territorio de lo que se consideraba escritura o propios del oficio de escritor?
Me parece una riqueza, ya lo he dicho. Yo aún no me atrevo a utilizar ninguna herramienta que no sea propiamente la escritura, pero me encantaría hacer una edición de mi novela sobre Maiakovski donde después de un capítulo en el que él da un recital en un cabaret se vieran las pocas imágenes que hay de ese recital. Y cuando dices que antes esos recursos estaban del todo descartados, no es del todo cierto: hay un montón de ejemplos de vanguardistas de los años veinte que quisieron penetrar sus producciones literarias con el alcance del cine o la música, pero cómo producirlo para hacerlo llegar al público? Era difícil en aquellos momentos. Pero los Cinco metros de poemas de Carlos Oquendo de Amat, que se imprimieron en una sola hoja que se desdoblaba hasta alcanzar los cinco metros, quería ser una pantalla, y en principio él imaginó un complejo dispositivo con lupa que permitiera ver sus poemas como imágenes que pasaban ante el espectador/lector. Hay muchos otros ejemplos.
Desde los orígenes mismos de la escritura, muchos escritores han usado dibujos y otras inscripciones ajenas a la palabra asociadas a sus textos. Ya en el siglo XXI, autores de máximo rigor estilístico y gran conocimiento de la literatura clásica, como pueda ser el muy notable caso de W. G. Sebald, han consagrado el uso de la fotografía en la novela. Si un nuevo estándar de ebook aceptado por todos los actores editoriales permitiese el uso sencillo de sonidos, música y/o imágenes en movimiento en ese formato de libro, ¿percibes algún conflicto en la posibilidad de experimentar con ese tipo de recursos en un contexto literario de índole narrativo o poético? ¿Crees que podrías llegar a plantearte usarlos en una obra de cierta ambición literaria?
Ya lo he dicho más arriba. Me encantaría, no sé hacerlo, pero me encantaría. Que Maiakovski apareciera recitando los poemas que me inventé para cedérselos, o que en la novela que escribo ahora, no tener que describir las sesiones de fotos de una modelo mexicana de los años veinte ante la cámara de Edward Weston, o cosas así. Que mis poemas no fueran leídos en la página sino oídos sobre una cabalgata de imágenes. Me encantaría.
Miremos ahora a la prensa digital. ¿Cómo describes en el detalle el estado de profunda precarización del oficio de escritor en su relación con la prensa escrita en su dimensión digital?
No sabría describirlo mejor que como lo haces en la formulación de la pregunta: precarización, en efecto. No sólo nos pagan miserias por nuestras producciones, sino que estas, al ser fácilmente adjuntables a mensajes, pueden obtener lecturas de gente que nunca pasa por los medios donde aparecieron y se asoman a ellas gracias a que alguien las cuelga o las comparte. Además de eso, pueden ser renovadas todas las veces que el amo quiera sin que eso repercuta en un solo céntimo en quien las escribió. Pongamos por caso que yo publico un artículo hoy sobre Martin Amis y me pagan cien euros por él. Vale. Dentro de dos meses, pongamos por caso, le dan el Nóbel a Martin Amis, y junto a la noticia del galardón el periódico vuelve a colgar mi artículo sin que por ello me paguen a mí nada, a pesar de que la página ha cambiado, y los anuncios que puedan salir ahora, en la segunda aparición del artículo, no son los mismos ya que los que salieron en su primera comparecencia. Ahora pongamos por caso que a Martin Amis le da un patatús el año que viene, dios no lo quiera, y el periódico da la noticia, adjunta una necrológica y para abundar en el asunto cuelgan mi artículo por tercera vez. Pues nada. Ya sé, ya sé que hablar de dinero está mal visto, lo he oído desde niño, aunque es verdad que siempre se lo he oído a gente que tenía dinero. Pero es para que te hagas una idea de cuál es la relación. Aparte de eso, yo todavía escribo para medios donde hay profesionales en el papel de editores, quiero decir, que veo que corrigen mis textos o verifican algunos datos. Pero también leo muchos medios donde esos papeles parecen haber sido relegados con resultados muy terribles.
¿Al escribir para la prensa piensas de forma distinta cómo será tu texto en el papel y como será en la pantalla? Detállanos por favor como vives esta dualidad.
En principio sólo escribo para el papel y luego, según costumbre, eso se cuelga con otro formato pero idéntico contenido. El cambio formal por lo que he visto sólo afecta a una abundancia de negritas que no había en el original. Pero cuando he escrito algo directamente para la pantalla, no he percibido ni en mi manera de escribir ni en el resultado el menor cambio.
¿Al escribir para la prensa que publica tus textos en versión digital tienes un espacio de corrección concedido para volver a tu texto y editarlo con libertad dentro de la propia plataforma del medio? ¿Qué derechos y qué límites piensas que sería razonable asignar a esa posibilidad?
Yo no porque he renunciado a ellos en la confianza que de mis textos se ocupan profesionales, pero otros colaboradores entran en sus páginas y cuelgan lo que les parece -suelen hacerlo quienes tienen blogs diarios, como parece natural. Tampoco sé si hay alguien que revisa eso antes de darle curso a la publicación, supongo que sí o depende de la importancia, peso y confianza del colaborador. Pero me parece que si hay un acuerdo entre medio y colaborador, los límites serán los impuestos por ese acuerdo. Yo podría hacerlo también, supongo, pero me puede la pereza y suficiente tengo con escribir el texto que quiero escribir como para encargarme luego de maquetarlo o editarlo o ilustrarlo.
¿Cómo describirías, por ejemplo, tu relación con recursos propiamente digitales como pueda ser el uso de hipervínculos? ¿En qué contextos los usas?
No los utilizo nunca jamás. Es trabajo del editor del texto y me fío de su profesionalidad. (Bueno, el nunca jamás es mentira, los he utilizado alguna vez cuando contestaba con un artículo a otro: me parecía de justicia que el lector supiera a qué estaba contestando y por lo tanto vinculaba a mi texto el texto que generaba mi respuesta).
Muchos medios están empezando a utilizar robots para redactar noticias menores o para introducir hipervínculos en artículos y noticas de forma automática que dirijan a contenidos del propio medio con el objetivo de multiplicar los contadores de visitas y aumentar así su cotización en el mercado de inserción de anuncios. ¿En la prensa con la que colaboras tus textos son sometidos a una edición que los mine de hipervínculos sin tu autorización? ¿Cuál es tu posición al respecto de los medios que usan editores humanos o robotizados para sembrar hipervínculos sin un criterio consensuado con el autor?
Ya te digo que debería ser una cuestión de confianza en el trabajo del editor. Ahora, si yo veo que en alguno de mis artículos, los hipervínculos llevan a lugares con los que nada tiene que ver lo que yo he escrito -si hago un chiste sobre la Coca-Cola, un hipervínculo que lleve a la chispa de la vida-, protestaría y empezaría a perder confianza en mis editores. Lo del uso de robots no me puede sino parecer un espanto. Donde yo colaboro, mis textos son en efecto sometidos a edición, aunque según acabo de comprobar ninguno de ellos está minado de hipervínculos, lo que no deja de tranquilizarme por el momento. El único efecto desagradable es el uso de negritas para resaltar alguna frase o algún nombre propio.
¿Qué proyección a futuro te suscitan estas dinámicas —poner en manos de algoritmos y dispositivos de inteligencia artificial, es decir robots, los textos de los escritores humanos— si no consiguiésemos ponerles coto?
Se me dan mal las proyecciones a futuro. Me compré un Beta en vez de un VHS, con eso te lo digo todo.
Mirando al lado positivo, ¿qué ventajas le ves a los nuevos recursos expresivos propiamente digitales? ¿Por cuáles te has dejado seducir a la hora de abordar tu oficio?
Creo que te he respondido a esto a lo largo de todo el cuestionario. Las facilidades son múltiples. Tanto en búsqueda de recursos como de documentación. Aun no me he dejado seducir del todo por ninguno en cuanto a lo que yo mismo escribo, pero no me sería difícil imaginar la novela en la que trabajo como un fotolibro, que es un género que me gusta especialmente.
¿Sueñas con algún tipo de recurso digital aún no existente?
Alguno que tenga que ver con el olfato, que igual existe ya, no sé. Buscar Chicle Cosmos, y que no sólo te salga en el buscador la imagen del chicle negro de mi infancia sino también su perfume a regaliz.
De estas preguntas se pueden deducir muchas otras que no dudamos tú mismo/a te vendrías haciendo mucho antes de que te interrogásemos. ¿Cuáles son las que más te inquietan? ¿En qué punto tienes las respuestas, caso que alguna haya conseguido al menos esbozarse —no olvidamos que estamos entre creadores: nuestro trabajo no es hacer predicción ni dar soluciones, pero sí concienciar sobre las preguntas y atisbar respuestas posibles, siempre en plural, que para eso sirven la imaginación y los personajes—?
Inquietud, lo que se dice inquietud no he sentido por ninguna de estas cuestiones. Creo, o me gustaría creer, que hay un público lo suficientemente exigente como para que en cuanto viera que un texto ha sido producido por un robot -y me refiero por supuesto a un texto que cometiera los deslices suficientes como para que nos hiciera pensar en un escritor tarado o que sencillamente no sabe escribir- lo abandonaría para buscar otro más afín a lo que busca. Las noticias robots sólo tienen futuro si consiguen crear lectores robots. Y en ese caso, nada podría importarme menos.
Por último, tres preguntas a las que tus respuestas nos puedan quizás ayudar a seguir seleccionando invitados que aún no hayamos considerado para entrevistar en esta serie. Son preguntas más dirigidas a tu condición de lector:
¿Qué autores tanto en el ámbito hispanohablante como en el internacional crees que están avanzando propuestas más innovadoras e inteligentes en el marco de la transformación del lenguaje que está(n) trayendo la(s) revolución(es) digital(es)?
No tengo la menor idea, no estoy nada puesto en esas vanguardias.
¿Qué medios, de gran difusión o de carácter más marginal, están respondiendo a tu juicio e forma más significativa e innovadora a este reto?
Me gusta el diseño del The New Yorker. Entre las que leo en España, me gusta el blanco y negro de JotDown y ese descaro magnífico de publicar entrevistas de cincuenta páginas. IdeaFixa también es una revista imponente en cuanto a imágenes.
¿Qué translación de soportes de lectura fuera del dispositivo libro crees que pueden arraigar como espacios literarios o campos ficcionales para autores contemporáneos: redes sociales, Facebook, Twitter, Whatsapp…? ¿Te ha llamado la atención algún autor (nacional o foráneo) en ese sentido?
Cualquiera de ellas si quien las utiliza lo hace con talento y ambición y necesidad de contar y arte para hacerlo. Ya han saltado unos cuantos poetas de la red al libro, porque de eso no hemos hablado: todavía parece que si publicas en la red y sólo en la red, no has dado el paso que hay que dar, que es el de ser publicado en una imprenta y distribuido por una red de librerías, y leído en papel…aunque tus poemas nacieran para alimentar un blog o fueran colgados para los seguidores en cualquier red.
¿Cómo observas el uso de las redes sociales en el marco de la promoción (de sí mismos y de sus obras) a la que se sienten obligados los escritores para dotar de alas a su carrera? ¿Te ha llamado la atención algún autor (nacional o foráneo) por su habilidad en manejarse en este abrumador cambio de las reglas del juego de la autopromoción que se ha operado en la última década?
No utilizo redes sociales, pero me temo que en esto todo el mundo actuará más o menos de la misma manera: dándole publicidad a lo suyo, unos con más énfasis que otros, pero finalmente siguiendo la regla bíblica de siempre: aquellos que más tienen -seguidores en este caso- más tendrán, y a quienes menos tengan hasta esos se le quitarán. Nada nuevo bajo el sol.
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LA CONVERSACIÓN CON JUAN BONILLA FORMA PARTE DEL PROYECTO DE REFLEXIÓN ¿A DÓNDE VA LA ESCRITURA DIGITAL? QUE DESARROLLA LA FUNDACIÓN ESCRITURA(S) EN EL CLUB DE ESCRITURA