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Rosa Montero nació en Madrid en 1951. Es escritora y periodista. Colaborar con El País, periódico en el que fue, entre 1980 y 1981, redactora jefe del suplemento dominical. Su última novela, publicada en 2016, es La carne.

 

¿Cómo describirías tu rutina de escritura? Señala si te es posible la combinación de tus hábitos analógicos y digitales al poner en palabras lo que deseas escribir?

Hay tantos métodos de escritura como escritores. El mío en concreto consiste en pasarme un año o año y medio tomando notas a mano, siempre con pluma y en cuadernitos con papel sin rayar, sobre la novela que estoy preparando. Primero parto de lo que yo llamo el huevecillo, que es la idea nuclear, el germen de todo. Y luego voy anotando lo que se me ocurre… Vas desarrollando la acción, los personajes… Las notas las tomo en pequeños cuadernos que llevo siempre conmigo, pero luego las paso a un cuaderno grande, el cuaderno mayor de cada libro, y ése no sale de casa. Al final de este periodo ya lo sé todo de la novela, y como soy muy arquitectónica, es decir, la estructura es muy importante para mí, entonces empiezo a hacer mapas y organigramas y cuadros de la obra en grandes cartulinas de colores: de los personajes, de los ingredientes narrativos, de la organización del material en capítulos… Por ejemplo, hago combinaciones y combinaciones de capítulos. Cuando al cabo de ese tiempo ya tengo la novela entera clara, sé que va a tener, pongamos, 46 capítulos, y lo que sucede en cada uno de ellos, entonces me siento al ordenador y empiezo a escribir. Pero al final de otro año y medio o algo así resulta que algunos capítulos han desaparecido, otros nuevos se han añadido, en fin, la novela es una criatura viva hasta el final. Por cierto que desde hace un año o así he añadido una pequeña variedad a mi método de escritura, consistente en que a veces las notas ya no las tomo en cuadernitos, sino que algunas las apunto en mi iPhone en la aplicación Evernote. Luego, eso sí, paso las notas al cuaderno mayor a mano y con pluma, y disfrutando de la escritura manual, que es algo que me sigue encantando.

 

Como escritora por una parte y como persona por otra, es decir, como herramientas de trabajo y como herramientas de vida, ¿cómo describirías tu relación con tu teléfono, tu ordenador, tu tableta?

Soy muy tecnológica, una early adopter, y en mi trabajo creo que las nuevas tecnologías han sido una bendición. He escrito mis primeras tres novelas en una olivetti portátil y era una pesadilla; siempre estabas aterrada de perder la única copia (o como mucho tenías dos con el asqueroso papel carbón) y además para poder cambiar un adjetivo tenías que rehacer una página. Para los obsesivos perfeccionistas (y creo que lo somos casi todos los novelistas) la posibilidad tecnológica de rehacer y rehacer sin fin ha sido un regalo de los dioses, jajaja. Lo mismo que la facilidad actual de trabajo… yo ahora viajo con un mini iPad y escribo en eso, no tengo ni siquiera que acarrear el peso de un portátil, es mágico. Por no hablar de ese milagro maravilloso que supone poder llevar la biblioteca de Alejandría en el bolsillo. La documentación para las novelas, los datos secundarios, todo ha sido facilitado de tal manera que resulta increíble. La posibilidad de guardar varias versiones, contrastarlas… No sé, no tengo palabras para hablar de lo muy agradecida que le estoy a la tecnología por haberme facilitado el trabajo de la escritura de las novelas. Y también el trabajo periodístico, desde luego. Todo eso es sensacional. También es un lujo indecible poder llevar toda mi biblioteca personal, todos los libros que quiero leer, en los 200 gramos del mini IPad. Portentoso.

Como persona uso la tecnología de manera constante. Mi iPhone es como mi casa, jajaja. Lo uso para todo menos para hablar por él, cosa que detesto (soy fóbica a las llamadas de voz y jamás cojo el teléfono). Pero lo uso para ver qué tiempo hace, para encontrar una dirección, saber cuánto voy a tardar en llegar y que me guíe (camino muchísimo, entre diez y quince kilómetros al día); para consultar cualquier tipo de duda cultural (lo de la biblioteca de Alejandría que decíamos); para despertarme; como agenda; para recordarme cosas que tengo que hacer, para leer algún libro en el metro o de viaje (aunque para leer durante largo tiempo es más cómodo el miniIpad); para escribir algún texto si estoy de viaje o por la calle y no tengo el iPad a mano; para tomar notas; para citarme y charlar con mis amigos a través del WhatsApp; para recibir y contestar emails personales y de trabajo; para comprar por internet la comida de mis perras, para sacar entradas de cine, de conciertos, de espectáculos; para comprar libros; para mandar transferencias y hacer operaciones bancarias; para buscar y reservar un restaurante; para usarlo como linterna cuando salgo al parque o al monte por la noche…. jajajaja, PARA TODOOOOOOO!!!! El ordenador fijo lo uso esencialmente para escribir cuando estoy en casa, es mucho más cómodo, y el iPad en viaje para escribir y leer, como dije antes. Luego está el mantenimiento de las redes, que también lo hago a través de iPhone y iPad, aunque cada día estoy más harta de las redes, la verdad.

 

Aparte de en tus métodos de trabajo, ¿has percibido alguna modificación en tu forma de pensar y estructurar un escrito al confrontar el recuerdo de tus tiempos de iniciación apegados a las páginas de papel y los actuales, en que inevitablemente nuestro tiempo de lectura y escritura se consume de forma creciente, por momentos de forma absoluta, en las que nosotros llamamos páginas-pantalla o páginas de luz?

No veo que cambie para nada mi manera de escribir salvo en el hecho de proporcionarme más libertad a la hora de rehacer y rehacer, como he dicho antes. Sin embargo sí creo que está afectando mi manera de leer e incluso mi manera de estar en el mundo. Quiero decir que de unos años a esta parte, desde que los teléfonos inteligentes irrumpieron en nuestras vidas, tengo la sensación, casi la inquietante certidumbre, de que afectan nuestra capacidad de concentración. Yo siempre he tenido una capacidad de concentración asombrosa, abismal; si estaba metida en algo (en la lectura de un libro, en la escritura, en un pensamiento) podía caerse el mundo a mi alrededor sin yo notarlo. De hecho, podían hablarme y yo contestar mecánicamente “sí sí” o “no no” sin darme ni cuenta de ello (lo cual ha sido origen de muchas trifulcas familiares, jajaja). Sin embargo ahora estoy segura de que esa capacidad de concentración se ha reducido muchísimo. Me sucede al leer, al pensar, al ver una serie en televisión, es como si mi cerebro estuvIera demasiado sobreexcitado y no pudiera pararse. Yo esto lo relaciono sin lugar a dudas a la aparición y el uso constante de los teléfonos inteligentes y me parece muy preocupante. En el único ámbito en donde sigo manteniendo el mismo nivel de concentración de antes es en la escritura, eso sigue intacto.

 

Al igual que es un hecho demostrado lo profundamente que el cine —un arte híbrido y tecnológico por antonomasia, producto de lo que a principios del siglo XX se consideraba tecnología punta— ha afectado e influido en la novela, ¿cómo te planteas las nuevas formas de expresión y comunicación escritas que dominan las relaciones en capas cada vez más amplias de población—chats, videojuegos en grupo, mensajería compulsiva y comunicación en redes, emoticones, escritura multimodal, etc— a la hora de caracterizar a personajes muy contemporáneos, o cómo piensas que lo abordarías si aún no se ha dado el caso de verte en esas lides?

Yo creo que en efecto las nuevas tecnologías han ido influyendo en la narrativa, pero no de una manera tan evidente como se pensaba. Nuestra sociedad de la imagen, por ejemplo, nos ha proporcionado a todos un banco de imágenes tan enorme que ha acabado con las minuciosas descripciones del naturalismo del diecinueve. Pero tampoco es un cambio tan sustancial, ¿no? Las nuevas tecnologías van permeando nuestra escritura. En primer lugar, porque son realidades nuevas de las que puede hablarse. En mi novela Instrucciones para salvar el mundo, por ejemplo, uno de los personajes visita el mundo virtual Second Life y hay varias escenas que suceden allí. Y en segundo lugar porque hay formas de expresión de esta nueva realidad tecnológica que pueden entrar en nuestra escritura. Por ejemplo, en La ridícula idea de no volver a verte uso hashtags como un nuevo signo ortográfico que indica al lector que se encuentra ante un pensamiento en construcción a lo largo del libro. Y lo mismo con respecto al uso de tuits o emails en las novelas (igual que antes se sacaban cartas). Con todo, insisto, no me parecen cambios demasiado sustanciales.

 

Si bien la prensa lidera la transformación cara al público de los lenguajes escritos, hasta las abuelitas y abuelitos escriben Whatsapps en su intimidad tejiendo palabras con videos, fotos y sonidos, a menudo producidos por ellos mismos, amén de emoticones, gifs y otros signos de nueva generación, en ocasiones muy creativos. ¿Cuál es tu sentir general sobre cómo la literatura va a asimilar la palpable transformación del lenguaje escrito en su hibridación masiva con recursos expresivos que antes estaban del todo descartados del territorio de lo que se consideraba escritura o propios del oficio de escritor?

Creo que está respondido antes. Me parece todo perfecto ( y yo misma uso todos esos recursos) siempre y cuando sean necesarios, es decir, siempre y cuando nazcan naturalmente de tu escritura.

 

Desde los orígenes mismos de la escritura, muchos escritores han usado dibujos y otras inscripciones ajenas a la palabra asociadas a sus textos. En las últimas décadas, autores de máximo rigor estilístico y gran conocimiento de la literatura clásica, como pueda ser el muy notable caso de W. G. Sebald, han consagrado el uso de la fotografía en lanovela. Si un nuevo estándar de ebook aceptado por todos los actores editoriales permitiese el uso sencillo de sonidos, música y/o imágenes en movimiento en ese formato de libro, ¿percibes algún conflicto en la posibilidad de experimentar con ese tipo de recursos en un contexto literario de índole narrativo o poético? ¿Crees que podrías llegar a plantearte usarlos en una obra de cierta ambición literaria?

Absolutamente a favor. De hecho en La ridícula idea de no volver a verte yo usé fotografías y además no de una manera convencional sino, digamos, narrativa (por ejemplo, había fotografías que se repetían en páginas diferentes por una razón expresiva concreta). Me encantaría poder insertar sonidos e imágenes y hasta olores si fuera posible y desde luego creo que podría ser una obra totalmente seria, es decir, totalmente rigurosa en su ambición literaria. Todo dependería, como he dicho antes, de la veracidad de esa inclusión. De que necesites de verdad poner ese sonido, esa foto, ese olor.

 

Miremos ahora a la prensa digital. ¿Al escribir para la prensa piensas de forma distinta cómo será tu texto en el papel y como será en la pantalla? Detállanos por favor como vives esta dualidad.

Por supuesto que lo pienso con respecto a los enlaces. Muchas veces incluyo enlaces de páginas o noticias, y como quedan horribles en el papel, he optado por decir qué palabras deben googlear para entrar en la página, en vez de poner el enlace. Así sirve igual en el papel y en el digital. Fuera de eso, escribo de la misma manera.

 

¿Al escribir para la prensa que publica tus textos en versión digital tienes un espacio de corrección concedido para volver a tu texto y editarlo con libertad dentro de la propia plataforma del medio? ¿Qué derechos y qué límites piensas que sería razonable asignar a esa posibilidad?

No lo tengo, no. A veces cuando veo que ha salido una errata que no era mía he pedido que lo corrigieran, pero sólo en ese caso. Que yo recuerde jamás he cambiado un texto digital. Y creo que en general debería dejarse tal cual salió, salvo que haya habido un error importante.

 

¿Cómo describirías, por ejemplo, tu relación con recursos propiamente digitales como pueda ser el uso de hipervínculos? ¿Cuál es tu posición al respecto de los medios que usan editores humanos o robotizados para sembrar hipervínculos sin un criterio consensuado con el autor?

Yo no uso, no los pongo, y no me parece bien que robots o personas pongan hipervinculos en tu texto sin consultarte, desde luego. Vamos, es que me parece fatal.

 

¿Qué sensaciones a futuro te suscitan estas dinámicas —poner en manos de algoritmos y dispositivos de inteligencia artificial, es decir robots, los textos de los escritores humanos?

Depende; dejar los textos en sus manos, ¿para qué? Ya estamos en sus manos en cuanto a los algoritmos con los que nos archivan y nos indexan.

 

Mirando al lado positivo, ¿qué ventajas le ves a los nuevos¿Por qué recursos expresivos propiamente digitales te has dejado seducir a la hora de abordar tu oficio, o te planteas quizás tantear en el futuro? ¿Sueñas con algún tipo de recurso digital aún no existente?

Creo que ya te he contestado. Y sí, me encantaría, como ya te he dicho antes, que hubiera una tecnología sencilla que me permitiera añadir de todo al texto, desde pequeños vídeos a olores.

 

Por último, una preguntas que pueda quizás sembrar la invitación para entrevistar a alguien más en esta serie.

¿Te ha llamado la atención algún autor (nacional o foráneo) que se distinga por su apuesta por la experimentación con la cara más digital de la escritura, ya sea esta periodística, novelesca o poética?

Pues no se me ocurre ninguno, lo siento.

 


PUEDES LEER ESTA ENTREVISTA, JUNTO A LAS HECHAS A OTROS ESCRITORES Y RESPONSABLES DE MEDIOS, TAMBIÉN EN EL CLUB DE ESCRITURA

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LA CONVERSACIÓN CON ROSA MONTERO FORMA PARTE DEL PROYECTO DE REFLEXIÓN ¿A DÓNDE VA LA ESCRITURA DIGITAL? QUE DESARROLLA LA FUNDACIÓN ESCRITURA(S) EN EL CLUB DE ESCRITURA

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