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Con un primer premio de 1.000 euros, el concurso, que se desarrolla en el Club de escritura, admite originales (de un máximo de 500 palabras) hasta el 19 de noviembre.

Bases y acceso al concurso en este enlace.

Un extracto de la presentación en el Club: 

Llamazares encontró en Ainielle, en el Pirineo de Huesca, abandonado desde 1970, el espacio que necesitaba el monólogo de su narrador, último habitante del pueblo, pero no lo habría tenido difícil para dar con otros. En España y en casi cualquier país son muchos los municipios que se encuentran en estado crítico, en peligro de extinción, arrasados por un círculo vicioso que implica también el envejecimiento de la población y la falta de servicios, incluso los básicos, como internet o el transporte público. Descolgados de toda posibilidad de optimismo por el futuro, inmolados sin más, demasiado lejos de donde se concentran el poder y la información para llamar la atención.

El problema viene de lejos, pero cuando el autor leonés dio con Ainielle la despoblación no parecía interesarle a nadie, más allá de a los directamente afectados. Novelas como La lluvia amarilla, publicada en 1988, o antes El disputado voto del señor Cayo, de 1978, fueron excepciones, manifestaciones aisladas de dos autores que se sintieron implicados, que lo vivieron muy de cerca. En los últimos años, en cambio, ha habido una mayor sensibilidad hacia esta sangría, un viraje que también han hecho el arte y la literatura para tomarle el pulso a este fenómeno. Hay párrafos de Los últimos de Paco Cerdà que recuerdan mucho a la novela de Llamazares, pero ahora el contexto es otro, forman parte de un ecosistema de publicaciones, con otros libros, todos ellos bien acogidos, de ficción y ensayos, con bastantes ediciones la mayoría, y proyectos fotográficos y películas, además de reportajes en prensa.

Con “Relatos sobre la despoblación” en el Club de escritura queremos también sumarnos a la iniciativa, multiplicando las perspectivas para cercar el problema: buscamos hacer entre todos un corpus con vuestras experiencias, recuerdos o historias oídas a otros, sobre personajes, acontecimientos o lugares de cualquier rincón del mundo. Con un tono más nostálgico, o que incida en las condiciones durísimas que les obligaron a marcharse, o capaz de rescatar lo bueno que todavía queda. Con un máximo de 500 palabras, pero también con fotografías o un vídeo de 5 minutos, con el formato que mejor se adecue a la historia. Buscando en lo concreto, en el hecho puntual, como si fuera casi una epifanía, una eclosión de sentido capaz de trasmitirnos su emoción.

* foto de Marta Javierre