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Del 7 de diciembre al 11 de marzo está abierto el plazo de admisión de originales de Historias de la calle en su cuarta edición: https://clubdeescritura.com/convocatoria/iv-concurso-historias-la-calle/ 

En la convocatoria anterior participaron 683 obras, que generaron más de 84.000 lecturas.

De la introducción del concurso: 

Lo hemos dicho en otras ocasiones: Historias de la calle es una invitación a explorar y extraer narraciones de entornos de nuestra vida como el edificio o la calle en los que vivimos o hemos vivido. La propuesta responde a nuestra convicción de que el barrio no es solo un espacio físico que funciona de escenario de lo cotidiano, un aspecto secundario de muchas de nuestras vivencias. Es, más que eso, un eje de coordenadas que nos sirve para orientarnos, para enclavar nuestra vida o los diferentes tiempos de los que está hecha nuestra vida. Las personas que nos son más queridas, pero también las caras conocidas, como presencias habituales, y los saludos, las conversaciones circunstanciales (o no) y los distintos espacios, y olores y sabores, conforman una topografía sentimental, en la que cada elemento tiene asignado un valor afectivo, cada uno como una sinécdoque formidable: la parte por el todo para recuperar en un instante un cúmulo enorme de vivencias que hacen a uno reconocerse a sí mismo. Porque la calle o el barrio afianza el sentido de pertenencia, y con este el de identidad, sobre todo en la infancia y la juventud. Las calles se pasean, pero también se habitan. Es una habitación, en sentido propio: una sala de estar común (como vio Kapuściński en África), el espacio idóneo para la convivencia. El barrio o la localidad funciona en cada individuo de marco de su vida: en realidad como un segundo círculo concéntrico, con un radio más amplio que la familia, que también lo abraza y lo protege, o en circunstancias menos favorables lo presiona con determinación para no dejarle escapar. La ciudad es como una casa grande, decía Alberti. Lo diferencia de la familia la posibilidad de elección que se abre aquí, con un peso menor de lo impuesto o lo que uno no puede cambiar: la decisión (aunque muchas veces limitada) de dónde se quiere vivir y con quién: la elección, por ejemplo, de esos primeros amigos del barrio, que son determinantes en la conformación de uno mismo.

No hay existencia sin convivencia: la mirada nos remite al estar con otros. No nacemos hechos, sino que nos vamos haciendo nosotros mismos, cada uno con su propio criterio para dirigir su vida: libres, pero en un entorno que, en buena medida, nos viene impuesto. Así, esas circunstancias serían una limitación que, con un planteamiento más optimista, ayudarían a la conformación de la persona concretando sus posibilidades, y, con otro menos entusiasta, la dificultarían, haciendo de esa libertad una prebenda cruel. Una cuestión que en su desarrollo filosófico tiene unas tripas más intrincadas, pero que es también accesible desde la narrativa, con formulaciones más intuitivas para esos entornos que son, con sus primeros diámetros (sus circunstancias más próximas), la familia y los vecinos.

fotografía de la portada: Alex Webb